-Te quiero, nena, te quiero. El loro repetía la frase una y otra vez. Era la última que había oído en la voz de Él. Daba cortos pasitos sobre el barrote de la jaula y chapurreaba: "Te quiero, te quiero nena, te quiero" Inclinaba la cabeza dirigiendo la vista al suelo. Hacia el cuerpo de Ella, que yacía inmóvil en la alfombra sobre una gran mancha roja.