18 agosto 2007

Un día, una calle

La ciudad es tan grande que a veces me confundo. ¿Se ha fijado usted en que hay muchas calles con nombres parecidos? Algunos barrios las tienen todas con nombres de ríos. Calle del Río Ebro, calle del Río Tajo, calle del Río Duero... y otros más difíciles que no me acuerdo si son de España o no. Yo las apunto ¿sabe?. Sí, apunto las calles por donde ya he pasado para no venir dos días seguidos a la misma. Es una tontería, ya lo sé. Hoy vengo aquí y no está, pero mañana puede que sí y yo estaré buscando en otra parte. Me digo que es cuestión de suerte y que lo mismo daría quedarme en la puerta de mi casa y esperar allí a que aparezca. Pero no puedo con la impaciencia y casi sin querer, echo a andar.
El año pasado no salí apenas. Mi mujer se puso mala y murió ¿sabe usted?. No, claro, cómo iba a saberlo. Pues sí, se murió. El médico dijo que de una pulmonía que se había complicado, pero no, que va. De pena se murió; de pena. Enfermó cuando el hijo se marchó de casa una tarde y ya no volvimos a verlo. No, no, nunca más. Usted dirá que es raro, pero si lo piensa bien, eso pasa mucho. Los jóvenes desaparecen y ya está. Se hartan de la casa o del trabajo o quién sabe de qué y se van. No; huyen. Esa es la palabra; huyen. Vas a la policía y te dicen que si son mayores de edad, no pueden hacer nada. Y si insistes, los buscan un poco, como para que te calles y listo. ¿Qué soy injusto? Puede ser; la impotencia que uno siente, que no le deja ver las cosas como son. Eso será. Algo sí que hicieron, pero de mi hijo no se sabía que nadie le quisiera mal, o que anduviera en malos pasos. Dejaron de buscar pronto, aunque dicen que el caso está abierto. Dios sabrá si eso quiere decir que lo buscan o si esperan que una casualidad se lo ponga delante.
Salimos en la tele para pedirle que volviera si nos estaba viendo y enseñamos su foto por todas partes y pusimos carteles en los árboles de la carretera y en todos los sitios que pudimos. Los vecinos nos ayudaron. Yo, ya ve usted, soy un viejo con pocas fuerzas y mi mujer era de mi edad, la pobre. Ya no pensábamos en criaturas cuando se quedó embarazada. Y ojalá nunca hubiera pasado, que si no conoces hijos, no pueden romperte el corazón.
¿Cómo dice..? ¡Ah, sí..! Eso también lo pensamos; pensamos en tantas cosas... Mi mujer, más que yo. Ella no paraba de darle vueltas a la cabeza. Decía que se había metido en alguna secta de esas que les atolondran la cabeza o que si no era eso, le había atropellado un coche y lo habían escondido para que no se supiera, o se había caído por algún barranco, o al río, o quién sabe qué. Es que nosotros vivíamos en el pueblo ¿sabe?. Un pueblo pequeño, no sé si lo habrá oído nombrar; Laguna, se llama; el pueblo se llama así, aunque no hay laguna ni nada que se le parezca. Un río estrecho sí hay. Todo el verano baja como un hilillo pero en invierno trae buena corriente. Allí buscamos mucho porque ese río lo atravesaban los chicos con las motos; para divertirse decían, pero hubo más de un descalabro.
Nada; ni él apareció, ni la moto, ni ninguna cosa suya. Luego, al año o más, nos escribieron unas personas diciendo que le habían visto aquí, en la capital; y ya no teníamos nada que hacer en el pueblo mi mujer y yo. Cerramos la casa y nos vinimos a buscarle. Todas las tardes echábamos a andar juntos; un día, una calle. Mirando en cada rincón. A veces, ella me cogía la mano y la apretaba señalando a alguien. O se paraba de repente y me decía "¡Mira, mira, ese chico..., parece...!"
Pero nunca era él. Eran visiones; las ganas, la impaciencia, el miedo a no verle más.
No crea usted; a mí también se me paraba el corazón algunas veces y en más de una ocasión he gritado su nombre, al ver una figura semejante a la suya entre la gente.
¿Sabe usted...? Creo que poco faltó para volvernos locos.
Bueno, ahora ella descansa y yo sigo buscando porque no sé que otra cosa puedo hacer. No tengo muchas esperanzas de encontrarle y las fuerzas no me sobran, pero ¿qué quiere usted...? Es mi hijo, mi hijo, y mientras no me presenten su cadáver...

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¡q pena de chico y de padre..!
luego me cuentas si es de verdad
¿o pensabas en A. y le has cambiado el sexo p disimular?
te escribo, jefa.
muakssssssssss
Miguitas

Trenzas dijo...

Miguitas: ¡Hola, bicho...! :DD
¡Cuánto tiempo sin aparecer por los blogs! Menos mal que nos vemos o podría pensar que has desaparecido :)
Pues no sé, niña. Igual sí pensaba en A. O más bien pensaba en sus padres. Todo cuenta, ya sabes :)
¿Me mandarás algún relatillo, si me escribes?
Ánimo, que los bolis son baratos :DDD
Un petonàs, companya.

Imagine Photographers dijo...

Triste relato pero muy real...durante años, debido a mi trabajo tuve que escuchar muchas miserías humanas y me apena pensar que tu relato no es una pesadilla..son realidades escondidas en el lugar mas inesperado...detras de una ventana, sobre un banco en un parque, en un asilo....en cualquier lugar donde hay vida..bueno:) me gusta como enlazas el princio de la historía con el final, rematando la faena:)...mantienes el interes en todo el relato.
Petons,Frankie

Trenzas dijo...

Imagine Frankie: No, no es una pesadilla en el sentido de soñarla.
Es bien real. Si trabajas, o lo has hecho, con personas que están desamparadas, de una u otra forma, sabes que cuentan su historia, o aquello que les ha marcado la vida, de una forma similar a esta. Y lo hacen aunque nadie les escuche, o lo hagan descuidamente. Necesitan comprender lo incomprensible y lo verbalizan para medir su alcance, para entenderlo, para encontrar respuestas que ellos solos no encuentran. Muchas veces, muchas, les oigo hablar así; pelear consigo mismos, discutirse sus propias razones. Yo trabajo con ancianos y enfermos terminales. Escuchar es parte ese trabajo. Si tú ya lo has vivido, no hace falta que te cuente lo duro que es.
Pero también cuánto se aprende de la naturaleza humana.
Un gran abrazo, Frankie.

fractal dijo...

Yo también te dejo un gran abrazo, Trenzas, después de leer nuevamente el relato y los comentarios. Después de admirarte, una vez más, por escuchar a las personas en momentos tan dificiles, y dedicar tus horas a este tipo de trabajo que, sin duda, tiene un coste personal.
Para un enfermo, la escucha es media vida. Y según para qué tipo de enfermos es toda la vida. Yo guardo una infinita gratitud para quienes tuvieron una palabra amable, una mirada cariñosa, un cuidado afectuoso. Quien ha vivido estas situaciones no las olvida.
Es cierto que se aprende mucho de la naturaleza humana.
Aquí te dejo mi beso dominguero y mi abrazo de siempre.

Trenzas dijo...

Frac: Sí, afecta mucho, se quiera o no. A veces parece que de tanto oír historias tristísimas, ya no vas a reaccionar, porque cuesta meterse en una vida contada a retazos, mientras vas y vienes con lo necesario y les contestas contando las gotas de la medicación o las veces que hay que moverles las articulaciones.
Y luego llegas a casa y en cualquier momento, aparecen las palabras que te han dicho, las cosas que te han contado. Y te remuerde la conciencia por no haber prestado más atención :(
En fin. Gajes del oficio, que díría mi abuelita :)
Abraçades i petons, molts.

Lucía dijo...

La verdad, en profesiones como la tuya, que tratas con gente en situaciones dolorosas, cuesta mantenerse firme y no echarse a llorar las más de las veces. Es duro lo que la gente cuenta que le pasa.

Un besito, trenzas, y sigue así, ayudando a quien pasa por tu lado, es genial saber que hay gente como tú

Elena Casero dijo...

El título de Cuentos desolados es perfecto para éste y otros que has escrito.
A mí todo esto que escribes me llega muy dentro, casi a veces he de leer de puntillas para que los ojos no se me humedezcan.
Eso es empatía, una palabra que apenas tiene sentido hoy día.

Un abrazo muy fuerte, reina mora. Tú si que eres una ONG.

Elèna

Unknown dijo...

Perderse o solo ausentarse, quienes me vieron talvez me extrañarán... pero quienes me abrazaban y sonreían... me duele tanto saber mi ausencia en otros.

Un relato sentido...

Me ha gustado, dolorosamente lo digo, estas líneas: "...que si no conoces hijos, no pueden romperte el corazón."


Un saludo.
Hasta luego.

Trenzas dijo...

M.D.I: He visto estos días en TV un reportaje en el que aparecía un señor que llevaba más de 10 años buscando a un hijo.
Si no fuera porque había publicado ésto, antes de escucharle, hubiera tenido que reconocer que le había plagiado, casi punto por punto.
Es terrible que alguien desaparezca y no se sepa por qué ni qué pasó :(
Una frase dolorosa la que citas, sí. En fin...
Un abrazo