23 diciembre 2005

¡Feliz Navidad..!

Por si no me da tiempo de desearos las mejores las Pascuas Navideñas, a cada uno en vuestros blogs, os dejo aquí la dirección de mi particular deseo de que sean realmente dichosas para todos vosotros.
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Y que el Año Nuevo permita que se realice todo aquello que éste 2005 no permitió.

16 diciembre 2005

Instrucciones para cascar un huevo

Antes de iniciarle en esta delicada operación, usted debe responder a algunas cuestiones importantes, que le detallo a continuación.
¿El hecho de romper un huevo le supone un cargo de conciencia?
¿Piensa usted que dentro de esa cáscara late una vida potencial que podría dar origen a un lindo pollito?
¿Se tapa los ojos cuando pasa ante una pollería?
¿Llora cuando le sirven un muslo de pollo a la plancha?
Si ha contestado “sí” a alguna de las preguntas anteriores, olvídelo. Usted no reune las condiciones para cascar un huevo como mandan los cánones .
En caso contrario, siga leyendo.
Abra la nevera de su cocina y saque un huevo. Esta operación debe hacerse con sumo cuidado ya que los huevos tienen una absurda tendencia a escaparse de las manos y romperse estrepitosamente al llegar al suelo.
Una vez el huevo esté en la palma de su mano, intente darle confianza; que no sospeche ni por un momento lo que piensa hacer con él. Páselo de una mano a otra acariciándolo suave pero firmemente, mientras va pensando sobre que superficie va a darle el golpe de gracia. Le desaconsejo de modo absoluto el canto de mármol de la encimera; eso es sólo para expertos. La mejor opción para principiantes es el borde de un plato hondo (los de papel no son adecuados)
Si ha optado por el plato, póngalo sobre una superficie plana y luego coloque el huevo en posición , desplazándolo desde la palma de su mano hasta los dedos sin dejar de sujetarlo con firmeza. Oriéntelo a unos 90 grados en relación al borde del citado plato; tantee el ángulo huevo-borde con algunos movimientos de aproximación y cuando esté seguro de que es el correcto, aseste el golpe definitivo; fuerte y seco.
No se desanime si el contenido del huevo ha quedado desparramado en la encimera y nota una sustancia viscosa resbalando entre los dedos; es su primera vez, no se preocupe. Usted lo conseguirá. Limpie todo y vuelva a intentarlo.

03 diciembre 2005

Haiku o Jaikú

Haiku o Jaikú, es una forma de escribir poesía que nace en Japón en el siglo XVI . El antecedente del Haiku es el Haikai, poema que se escribía en grupo y que podía tener 36, 50 o 100 versos. El iniciador escribía solo tres, de medida 5, 7 y 5 sílabas respectivamente. A partir de esos tres versos, los demás participantes, seguían componiendo el poema, en versos heptasílabos, hasta finalizarlo. Esas tres primeras líneas, recibían el nombre de Hokku, y es lo que dará lugar al Haiku.
Es muy difícil para el pensamiento occidental penetrar la sutileza de este tipo de poesía, tan característica, que no habla de las personas de forma directa, sino a través de imágenes relacionadas con la naturaleza, aunque ya el género se abrió hace mucho a la forma del verso occidental. Octavio Paz, entre otros genios y Ezra Pound con su "imaginismo" nos proporcionaron pautas para acercarnos al Jaikú, sin avergonzarnos demasiado por no poder plasmar lo mismo que los orientales en este tipo de escritura. Y también nos han permitido saltarnos la métrica tradicional.
Os dejo cuatro de los que me atreví a escribir para un ejercicio literario.
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I
Sol filtrado;
una cárcel de persianas
en el salón.
II
Mis dos gatos
sobre la cama;
dos almohadas que laten.
III
Largas noches
no traen mejores sueños
al infortunado
IV
Al buitre carroñero
nada le importa
de la vida del hombre.
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Y por si os apetece leer verdaderos Jaikús, acercaos a mi página de poetas en estas direcciones:
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23 noviembre 2005

Galeote

Disculpen la extensión. Permiso concedido para leerlo por entregas :)
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Soy, o fui, Lucas Pérez, el de Aranda, que allí creo haber venido al mundo y esto que voy a relatar comenzó cuando tenía menos de veinte años.
Yo estaba condenado a galeras por una cuchillada que le asesté a un hidalgo demasiado remiso a entregarme su bolsa. Ese fue el delito por el que me llevaron preso pero no el único que había cometido, que desde que tuve uso de razón, otra cosa no hice si no fue robar, herir o matar.
Nadie que no lo haya vivido puede imaginar lo que es ser galeote por sentencia, que los que iban voluntarios, los llamados buenos boyas, tenían algún beneficio, pero para los condenados aquello era el mismo infierno.
Vivíamos al raso, así arreciara el temporal o el sol nos abrasara, apenas cubiertos con harapos, encadenados al banco por los pies, junto a otros tres o cuatro hombres, según fuera el peso y el largo del remo, que eran los normales de ciento treinta kilos y más de doce metros. Comíamos, dormíamos y hacíamos nuestras necesidades sin detener la boga. La inclinación de los talares, dejaba entrar el oleaje que, al salir, se llevaba una parte de la suciedad, pero nunca bastante y el hedor de la orina y las heces de doscientos cincuenta remeros, era insoportable. Los piojos y las chinches nos comían desde la rapada cabeza hasta los talones y se cebaban en las heridas que los cómitres nos hacían, a golpe de rebenque, cuando el impulso que llevaba el barco no les satisfacía. Nos daban de comer dos veces al día, siempre lo mismo; potaje, agua y pan, todo escaso, tanto, que de la misma hambre, a veces deseábamos que entrara en combate la galera, que entonces añadían algo de tocino y las raciones eran más abundantes. Y si moríamos de un arcabuzazo, mejor muerte era que de mordiscos de piojos.
Cuando soplaba la brisa, se largaban las velas y había algún tiempo de reposo. Fue en uno de esos pocos descansos cuando di en imaginar como hubiera podido ser mi vida si hubiera visto otro camino; si hubiera hecho otra cosa que robar, matar y embrutecerme. Podía haber sido diferente aunque nunca hubiera salido de pobre pero podría haber tomado algún oficio de aquellos que cuando estaba libre me parecían de tanto cansancio y que ahora, desde el banco de remo, se antojaban livianos. Y hubiera podido comer sobre un espacio limpio un pan que no apestara y andar sobre mis piernas cuando me apeteciera. Me desesperé pensando que si salía vivo, ya sería demasiado viejo y torpe para empezar otra vida; que nadie abriría sus puertas a un antiguo forzado y que si así fuera, no me quedaría tiempo bastante para enmendar el mal que había hecho. Las lágrimas me ahogaban con esos pensamientos y un día me encontré repitiendo la única oración que aprendí de niño, cuando mi madre me llevaba a la iglesia, y di en recitar avemarías, una detrás de otra y de tal modo sentía cada palabra, que no parecía sino que me clavaban astillas en el pecho cuando repetía “ruega por nosotros pecadores, Santa Madre de Dios..” Prometí mil veces que si me viera libre, acabaría mis días sobre la tierra en penitencia y ayudando a quien pudiera necesitarme. En nada más pensaba y ya no me importaba el hedor, ni el hambre, ni las chinches ni las cadenas; sólo remaba y ponía mi esperanza en Dios.
Y una mañana de octubre del año 1571, la galera entró en combate y el aire se llenó de gritos y lamentos; los artilleros corrían a los cañones y los disparaban tan aprisa como era posible, las toldillas ardían, las carrozas de popa saltaban destrozadas y en el estanterol los cómitres gritaban y repartían latigazos sobre nuestras espaldas para apresurar el empuje; los remos golpeaban cuerpos mutilados y levantaban el agua ensangrentada, mientras palos, velas y cuerdas caían sobre nosotros que, atados a los remos, no podíamos ni luchar por nuestra vida ni protegernos. Recé lo que creí sería mi última oración; recuerdo que grité “Santa María, Madre de Dios..” cuando un proyectil reventó a mi lado y me lanzó al agua. Caí en medio de los restos de otro barco, que el oleaje y el empuje de las galeras arremetiéndose con furia desplazaban de un lado a otro, y luego debí perder el sentido porque ya no recuerdo nada más de aquel suceso.
Desperté en Chipre; unos pescadores me recogieron casi muerto cuando llegué a la playa empujado por la marea y todos se maravillaban de como había logrado seguir a flote con aquellas cadenas colgando de los tobillos. Sané y supe que la Providencia me daba la oportunidad por la que tanto había rezado. Lo que no pude imaginar es que mi existencia se alargaría por más de dos siglos y que el precio por una vida de arrepentimiento iba a ser más duro de soportar que el banco en la galera.
Intenté cumplir; gané mi pan humildemente y lo compartí con quien lo necesitara, peregriné y ayudé a peregrinar, recé y enseñé a rezar, con la vida y el pensamiento puesto en el esfuerzo de mi salvación eterna. Nunca poseí más que lo imprescindible y acepté cuantas desgracias, golpes e insultos me sobrevinieron buscando consuelo en la oración y la penitencia.
He vivido doscientos veintiocho años. He visto caer reyes y morir papas; he sufrido guerras, hambre, pestes y miserias; y muchas, muchas veces me pesó haber rogado por mi vida, que era enorme la carga sobre mis espaldas y hasta llegué a desear que Dios no me hubiera escuchado y me hubiera dejado morir en aquel mar de sangre. No puedo describir el dolor de ver cómo acaba todo lo que conoces una y otra vez; el horror de no envejecer cuando todos los demás lo hacen; el no poder arraigar en ningún lugar más que unos pocos años porque nadie comprendería el por qué de una juventud siempre igual. Me costó mucho entender que vivir era el auténtico castigo, que ese era el infierno que con mis oraciones había intentado evitar. Dudé muchas veces si fue Dios o el Diablo quién me conservó el aliento y tuve que luchar con todas mis fuerzas para seguir teniendo fe, para no volverme loco, para contener la cólera que me asaltaba de tanto en tanto y para no cometer el pecado de quitarme la vida, que hasta eso quise hacer en mi desesperación .
Y un día llegué hasta las puertas de este convento y algo en mi interior me dijo que era aquí donde debía detener mis pasos y buscar un poco de paz; solicité el amparo y los frailes me acogieron, sin preguntas, como si ya supieran todo de mi alma atormentada. Llevo aquí unos pocos años y ahora sé que mi tiempo acaba. Estoy envejeciendo muy aprisa y mis fuerzas ya no bastan a sostenerme. Dejo este pliego en manos de fray Ginés, que me asiste en estos últimos días de vida en la tierra y cuando me haya confesado y dado los últimos Sacramentos, que su voluntad disponga de él como mejor convenga. A mí solo me queda entregarme en brazos de la Providencia y dejar mi alma al cuidado de Su infinita misericordia.
Ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
Rávena, octubre de 1749

20 noviembre 2005

Encuentro

Casualidades o premoniciones, que sé yo...
Había estado pensando en ti desde el lunes y ayer nos encontramos y me dijiste lo mismo; que habías estado pensando en mi.
Después de eso ya no sabíamos que decirnos.
-¿Y cómo estás?
-Como siempre. ¿Y tú?
-Pues lo mismo, ya ves, no es fácil que las cosas cambien.
-Es verdad, no es fácil...
-Pero han cambiado; y mucho.
-Lo que salta a la vista es que se te ha puesto el pelo casi blanco. Ahora tus canas son negras.
Te reíste.
-Siempre igual; sacándole el chiste a todo.
-No; a todo no sé sacarle el chiste. Ni antes ni ahora.
-¿Y a que te dedicas?
-A lo mismo de siempre; rutinaria que es una.
Una sonrisa y tiraste el cigarro, aplastándolo minuciosamente.
-¿Ya tienes a alguien en mi sitio?
-No. Tu sitio no lo ocupa nadie. Está igual de vacío que cuando tú lo ocupabas. Solo que entonces no podía utilizarlo y ahora sí.
-¡Mira que eres..!
-¿Borde? ¿Esa es tu palabra clave aún?
Ya no respondiste más que con la despedida.
Al menos esta vez, sí te despediste.

09 noviembre 2005

Ultra-breves

Discusión.
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“¿Es absolutamente imprescindible que hagas siempre lo mismo que yo?” dijo el hombre, enfadadísimo.
“¿Es absolutamente imprescindible que hagas siempre lo mismo que yo?” contestó su clon, enfadadísimo también.
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Joyas
*
Le dijeron tantas veces que sus dientes eran perlas, que se los arrancó para hacerse un collar.
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¡Silencio!
*
Fue tan repentino, que llegó con la boca llena de palabras. Y la Muerte le dijo: “¡No me cuentes tu vida..!”

04 noviembre 2005

Argia

Variación sobre un tema de Italo Calvino. De su libro "Las Ciudades Invisibles"
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Lo que hace a Argia diferente de las otras ciudades es que en vez de aire tiene palabras.
Las palabras cubren completamente las calles, las habitaciones están repletas de letras de todo tipo y tamaño , sobre las escaleras se posa un infinito número de signos de admiración alternados; encima de los tejados los interrogantes se entretejen para no dejar pasar el agua.
Si los habitantes pueden andar por la ciudad, sin pisar alguna palabra que les agrade o les emocione, no lo sabemos.
Pero estamos seguros de que eso les resulta muy difícil; les conviene quedarse quietos y tendidos, hasta que las palabras que no quieren pisar se alejen de ellos.
Hay quien dice que de noche, las palabras juegan entre ellas a componer poemas, y no queda sino creerlo. Los lugares están silenciosos. De noche, pegando el oído al suelo, se puede escuchar la cadencia de los versos.

26 septiembre 2005

La gota de más

Despierta con la tranquilidad de quien sabe que tiene todo un día libre por delante; sin agobios, sin gritos, sin obligaciones. Da un par de vueltas entre las sábanas, renuente, antes de apartarlas para levantarse. Abre la ventana; el día está agradable. Lo toma como un regalo; un premio merecido. Enfila el pasillo hacia el baño, esquivando la mancha de sangre seca ante la puerta del comedor.
El agua tibia cae en la bañera elevando la espuma hasta los bordes. Ni recuerda desde cuando no ha tenido tiempo para un baño así. Con un suspiro de placer se sumerge en el agua y cierra los ojos.
No lo había premeditado, pero sucedió y ya no importa.
Alza las manos a la altura de sus ojos y las mira atenta; no son jóvenes, aunque ahora, con la humedad del baño dan una falsa impresión de inocencia. Le gustan sus manos; son fuertes y sensibles; adecuadas para prodigar cuidados. Eso han hecho durante catorce años. Y también han sido indulgentes y serviciales.
Hasta ayer por la noche.
Se viste despacio; sin mas ruido que el roce de la ropa al deslizarse por su piel. El silencio de la casa es un bálsamo que la envuelve, reconfortando sus maltrechos oídos.
Tenía paciencia; hubiera soportado mucho más solo con que ayer se hubiera callado. Pero no lo hizo.
Se peina con cuidado y desliza las manos por su cuerpo para ajustar la ropa, estirar las mangas, colocar el cuello de la blusa; cuando llegue la policía quiere parecer lo que es; una mujer madura, tranquila, que sabe lo que hace y acepta sus responsabilidades.
Si ayer, al llevarle la cena, no le hubiera dicho que daba asco, si no la hubiera llamado desgraciada e inútil, si no le hubiera repetido, como cada día durante catorce años, que su obligación era aguantar y servir, si no le hubiera echado en cara que la había recogido cuando el marido la abandonó, si no hubiera estrellado el plato de sopa contra el suelo, si no le hubiera gritado que lo que quería era matarla, ella no habría dicho -sí, madre - y no le hubiera clavado el cuchillo en el corazón.

05 septiembre 2005

Dedos para peces

Me llamaban y aquella voz era mi propia voz. Me incorporé en la cama, confusa. Volví a oír mi nombre. La llamada parecía venir del resquicio luminoso que se abría al fondo de aquel pasillo que no recordaba en mi casa.
¿Dónde estaba..? La habitación era la mía; diferente, más oscura, pero era mi cuarto. Bajé de la cama y caminé hacia la luz por aquel espacio estrecho y desconocido, apoyando los brazos en las paredes laterales. Tenía los pies helados y me dolía la mano derecha. La luz parecía alejarse a cada paso que daba y el suelo bajo mis pies se había vuelto elástico y blando. No me di cuenta de cuando empecé a flotar, pero era eso lo que estaba haciendo; fluctuar ingrávida hacia el final del corredor.
Alguien me sujetó; pregunté, “¿Susana..?”. Afirmó con la cabeza y se puso un dedo en los labios reclamando silencio. Tiró de mí hacia la luz lechosa apretando mi mano derecha que cada vez me dolía más. Intenté decírselo pero volvió a reclamar silencio. El pasillo ya no estaba y flotábamos sobre un pequeño lago rodeado de árboles. Nubes azul oscuro cubrían el agua aunque yo podía verla y también a los peces; había muchos sacando la cabeza a la superficie como si se estuvieran ahogando. Quise preguntarle a Susana pero ya no era ella quién me sostenía. Me asusté; quería gritar y soltarme del cepo de aquella otra mano que apretaba mis dedos sin compasión. Forcejeé, me revolví, necesitaba liberarme y de pronto otra mano surgió y empezó a estirarme de los dedos. Vi, horrorizada, como los iba desprendiendo de mi mano y los tiraba al centro del lago donde los peces se arremolinaban y peleaban por cada pedazo de mi carne en un revuelo salvaje de escamas y bocas abiertas. Y los dedos volvían a crecer y de nuevo me los arrancaban; pensé que era muy extraño que no me doliera la mano y que estuviera tan blanca y entera.
Nadie me sujetaba, pero algo me empujó más allá de los árboles. Me sentí aliviada cuando vi que estaba sola de nuevo. Sola y sentada en una ancha pared de piedra que dividía una gran extensión cubierta de hierba. Me dejé caer sobre ella y me tumbé cara al cielo. Seguía plagado de nubes azul oscuro que bajaban despacio hacia mí. Bien; me abrigarían y podría descansar un rato.

27 agosto 2005

Bolsillos vacíos

Ella me había dicho sus condiciones; "mientras estés aquí, te amaré como si fueras a quedarte siempre. Cuando te diga que te vayas, será como si nunca te hubiera conocido"
Acepté porque no la creí; no me imaginaba compartir la vida con alguien a quien dices amar y que eso pudiera no tener consecuencias; que se pudiera acabar sin ningún motivo; pero así fue para ella.
La encuentro por la calle alguna vez y si por casualidad se cruzan nuestras miradas, sus ojos pasan de largo, por encima o a través de mí; no sabría decirlo con exactitud; me mira sin verme, como se mira a un desconocido, porque eso es lo que soy. Un desconocido; otro más de los tantos con los que coincide en su trayecto. Nada más.
Pienso en aquellos dos meses que estuvimos juntos y no sé si reír o llorar. Cumplió su promesa; fue como si nunca tuviera que irme; en todo era perfecta conmigo; no descuidó nada, ni un detalle. Sabía lo que me gustaba; que libros, que películas, que música, que clase de beso, que forma de amor. Era la mujer perfecta de día y de noche; la amiga, la novia, la esposa, la amante que se entrega sin trabas; era lo que yo quisiera en cada momento. Y lo era disfrutando todos los minutos; de eso no me cabía duda.
Y se acabó. Una mañana de domingo, después de dos meses como en una nube, me dijo; "te vas hoy; tus cosas están preparadas en el recibidor y tu coche aparcado enfrente" y me tapó la boca con la mano para impedirme hablar; "te lo dije bien claro ¿recuerdas? Vete. Cuando regrese no quiero encontrarte aquí".
Salió de la habitación sin más y luego oí cerrarse la puerta de la calle.
Hubiera deseado echarme a sus pies; suplicarle; la hubiera besado, abrazado, hubiera llorado y gritado hasta enronquecer, pero se había ido sin darme tiempo a nada.
Y ahora me tocaba a mí. Ella había impuesto sus condiciones y yo las acepté. Cierto que no la creí; pensé que podría conquistarla, que lograría que me amara y no quisiera prescindir de mí. Vanas esperanzas. Nunca supe cual iba a ser el plazo de nuestra vida juntos, pero había finalizado.
No quería llevarme nada que no hubiera venido conmigo. Nada material. Vacié todos mis bolsillos y quedaron sobre la mesa las llaves del piso, su encendedor, la tarjeta del aparcamiento, la fotografía que nos tomaron en el restaurante, el resguardo de la alfombra en la tintorería.., cosas; solo cosas que no eran nada sin ella.
Recogí la mochila y la bolsa del recibidor sin detenerme a mirar su contenido. Sabía que todo lo que yo había traído estaba allí. Era demasiado perfecta para haber olvidado algo que me obligara a volver.
Un momento después estaba en el coche camino de mi casa. De allí había salido hacía dos meses para vivir un sueño; y el sueño había acabado. No solo mis bolsillos estaban vacíos.
No miré atrás. ¿Para qué?

21 agosto 2005

Lacrimae rerum

Recuerdo el brillo que se reflejó en el espejo cuando la mano de mi abuela bajaba a estamparse contra mis mejillas en dos sonoras bofetadas. Yo no tendría más de cinco años y no sé que travesura provocó aquel castigo. Me llevé las manos a la cara, que me ardía, pero no lloré. Mi abuela hablaba y hablaba regañando y moviendo las manos y yo solo podía seguir mirando aquellos destellos de colores que surgían de su anillo. Fue la primera ocasión en que vi esa joya.
Era, y es, un anillo muy hermoso, grande y ovalado; en el centro, una esmeralda límpida de cuyo engaste salen dos docenas de finas tiras de oro que acaban en otros tantos diamantes, montados en boca rusa. Mi abuela lo había recibido de su madre y ésta de la suya. Una joya familiar que pasaba de madres a hijas.
Conforme mi abuela envejecía y su carácter empeoraba por momentos, aquel anillo pareció convertirse en lo único que la mantenía viva. Las conversaciones con sus hijas giraban siempre en torno a la joya, y la prometía a una o a otra, según éstas se mostraran más o menos dispuestas a atender sus innumerables caprichos, sus malos humores y su despotismo.
Yo había crecido lo suficiente y el brillo de las piedras había dejado de fascinarme. A esa alhaja en particular, le tomé una inquina terrible. La miraba y me convencía de que si mi abuela no la poseyera quizás su carácter fuera otro; creía que del anillo emanaba una especie de poder maléfico que convertía a mi abuela en lo que era; una persona intratable a quien con mucho esfuerzo te acercabas a preguntar como estaba o a darle un beso.
Mi abuela falleció sin dejar testamento y ninguna de sus hijas quería aquel dichoso anillo que, con seguridad, tenía para ellas las mismas desagradables connotaciones que tenía para mí. Por tradición, le tocaba a mi madre, la hija mayor, pero no lo quiso y el anillo quedó en el fondo del joyero de mi tía. Muchos años después, cuando ésta también falleció, pasó al de mi madre, hasta que se cansó de verlo y me lo regaló. Soy la única descendiente de sexo femenino y me toca tenerlo por tradición. Y ahí está, en mi joyero. Nunca me lo he puesto. Cada vez que lo veo no puedo evitar el recuerdo del destello en el espejo y el escozor en la mejilla; y siento una mezcla de resentimiento y piedad por mi abuela.
Me pregunto si ella también hubiera deseado no poseer ese anillo y si lo usaba con nosotras de la misma forma que lo habían usado con ella.
Como un arma insidiosa; bellísima y cruel.

19 agosto 2005

Dos

Ella miró por encima de su hombro lo que él habia escrito.
-Eso es muy bonito. Me gusta.
Él volvió un poco la cabeza, contrariado.
-Pues a mí no me gusta nada. Es más, creo que es de lo peor de estos días.
-¿Tú crees? Pues a mí sí que me gusta. Creo que está muy bien.
Él cogió el folio, lo arrugó con rabia, hizo una pelota y lo tiró a la papelera.
Ella le dió un beso en la nuca y salió de la habitación, cerrando la puerta sin ruido.
Él miró hacia la ventana con el ceño fruncido. Tamborileó con los dedos sobre la mesa un rato. Primero con una mano. Luego con las dos y luego la palmeó con fuerza.
Después dirigió la vista a la papelera. Se inclinó y recogió la bola de papel arrugado.
La alisó con cuidado. Cogió otro folio y empezó a copiar lo que había escrito.
Ella volvió, le puso al alcance el desayuno y se fue sin una palabra, tan silenciosa como antes.
Sonriendo.

05 agosto 2005

Te sigo

La idea de aquella excursión había partido de él. A ella le atemorizaba la montaña en invierno, pero había dicho que sí. Era mucho mejor no discutir. Y él la necesitaba para montar la tienda y preparar el equipo y la comida.
Y ahora subían por un camino estrecho y embarrado al borde del barranco y él había vuelto a decir;
-No hagas nada más que seguir mis huellas. Eres tan torpe que te caerás y me estropearás el día. Si no sabes que hacer, siéntate y ya vendré a buscarte.
- Te sigo -dijo ella-, y procuró poner los pies dentro de las huellas precedentes. Sus huellas; las de él; las mismas que había seguido desde no recordaba cuanto tiempo.
Pie derecho, pie izquierdo; un paso y otro más pisando donde él había pisado, con exactitud.
Recordaba, vagamente , que alguna vez, hacía tiempo, había intentado mirar hacia otro lado, que había querido poner sus pies en lugares distintos de los que él marcaba. Nunca acertaba. Era como él decía; ella no estaba hecha para andar por su cuenta; ella solo estaba allí para hacer lo que le decían que hiciera.
Ya nunca miraba a los lados, ni hacia arriba; no. Ella solo miraba al suelo para fijarse donde ponía él los pies y seguir los mismos pasos, sin preguntas, sin esperanzas.
Una huella, un paso. Eso era todo.
Y por eso siguió andando cuando escuchó los gritos y el ruido de las piedras cayendo montaña abajo unos cuantos metros más adelante de donde estaba. Oyó su voz y sus gemidos, pero ella aún no había completado el camino que él había abierto y siguió andando hasta que no hubo ninguna huella más.
Entonces hizo lo que él le había dicho que tenía que hacer cuando no le hubiera dado indicaciones precisas. Se sentó en las rocas a esperarle, junto al rollo de cuerda y el equipo de escalada. Pensó que era un buen barranco para hacer un rappel hasta el fondo.
Pero él no le había dado instrucciones y no quería enfadarlo.

28 julio 2005

Obsesión

Aquello no cuadraba. No tenía sentido; no seguía una argumentación coherente; perdía el hilo narrativo una y otra vez. Había escrito y reescrito aquel cuento no recordaba cuantas veces y no lograba acabarlo.
El protagonista tenía que morir, eso lo sabía. Estaba implícito desde la primera frase, pero el relato, serpenteaba y se le iba de las manos; no daba con la fórmula final. El protagonista seguía vivo. Incluso felizmente vivo, podría decirse; y esa no era la idea.
A estas alturas, ya no estaba seguro de nada; quizá debería dejarlo vivir aunque no sería justo para sus víctimas. A lo largo del cuento había descrito al personaje como un tipo perverso, asesino y violador, acreedor de todos los castigos humanos y divinos; era un ser despreciable que no merecía compasión; en ninguna de sus acciones había dado la menor muestra de piedad o de arrepentimiento; entonces ¿porqué no podía matarlo? ¿Porqué no podía escribir ni siquiera que moría de un ataque al corazón?
Sabía que en la vida real muchos crímenes quedan impunes, pero él escribía un relato y el escritor siempre puede hacer justicia con sus palabras. Y no podía; no podía y eso le trastornaba; no dormía por miedo a las pesadillas, que le mostraban al criminal riéndose de él y llamándole cobarde; le soñaba estrangulando a su hija y se despertaba de golpe bañado en sudor y sollozando de impotencia; rompía el relato y tenía que volver a escribirlo porque deseaba llegar al final y matar a ese hombre y no encontraba el modo de plasmarlo. Y ahora tenía miedo de no poder deshacerse nunca de aquella presencia; de no poder acabar aquella historia y que el personaje habitara su mente para siempre.
No podía más; se estaba volviendo loco de insomnio y desesperación. Iba a deshacerse de aquel monstruo que le crecía dentro de una vez por todas.
Ya sabía como acabar con él.
Fue hasta el ordenador; abrió el archivo que contenía el relato y puso en pantalla la última página. Y escribió :
¡HASTA AQUÍ HAS LLEGADO, CABRÓN..!
Imprimió el relato, retiró todas las hojas de la impresora y con ellas en la mano fue a la cocina. Se sentó y leyó la historia de aquel hombre que él había creado. Lloró por eso y por sus víctimas y por él mismo; por su estupidez, por su cobardía. Lloró hasta que el gas le escoció en los ojos y le dificultó la respiración; pensó en su mujer y en su hija y mentalmente les suplicó el perdón. Metió las hojas del relato dentro de la camisa, pegadas a su piel.
Y encendió la cerilla.

20 junio 2005

El viento no me oye

Es inútil gritar. El viento pasa ensimismado en su voz y no me oye. Y ahora necesito respuestas que solo él puede darme. Necesito saber que fue de las canciones, que fue de las palabras que él me cantó y me dijo. Porque yo sé que las palabras se las lleva el viento y ahora el viento debiera devolvérmelas; es que las necesito.
Ya sé que fueron muchas y que algunas pueden haberse deshecho para siempre o pueden haber perdido las vocales y donde dijo "vuelvo", solo queden las uves de vacío y la ele de lejos.
Pero aún así, si el viento me las deja, sabré recomponer cada palabra y el mimo de su voz y los acentos y hasta recordaré la fecha y los lugares.
El viento no me oye, no atiende, no se para. Y debiera, que no son suyas esas consonantes.

15 junio 2005

María

Pasa su tiempo detrás de unos cristales sucios que apenas dejan ver un callejón estrecho y unas casas ruinosas. Las palomas invaden los balcones vacíos y los huecos que dejan las piedras que caen de las paredes; de noche, son las ratas las dueñas del espacio. Y los gatos famélicos y algún borracho que canta o gime hasta caer dormido en algún recoveco entre las ruinas.
María no ve nada de eso. Lo que ella ve son balcones floridos y ventanas con cortinas de encaje, como las que ella tiene. Conoce a sus vecinos y sabe que tras esas ventanas vive gente de misa los domingos y algunos de comunión diaria. Sabe que son buenas personas, como ella; que los hombres tienen ocupaciones importantes y que las mujeres paren a sus hijos sin gritos ni aspavientos, aferrando la cama, mordiéndose los labios. Como ella.
Ellos pasan un rato en el Casino cada tarde; ellas se quedan dirigiendo la casa y después de las cuatro, llegará alguna amiga y sentadas detrás de las cortinas, verán pasar la gente por la calle mientras bordan el ajuar de las hijas o murmuran un poco acerca de aquella muchacha que..., y se lamentan, ¡pobre madre, quién se lo iba a decir..!
María ve todo eso cuando mira la calle y escucha los ruidos familiares, los de entonces, cuando ella recibía también a sus amigas y bordaba el ajuar para su hija. Es lo que hace ahora. Sentada detrás de los cristales mantiene en el regazo un gastado trozo de tela, sus manos enhebran una aguja invisible y borda. De vez en cuando deshace algo que no quedó perfecto, y se pregunta si quedará bien el color que ha elegido para esos tulipanes que hace a punto de sombra.
A veces canta y algunas otras llora, pero si alguien le cierra la ventana, se arrodilla, se encoge, palidece, los ojos se extravian y muerde su bordado esperando los golpes. Porque también recuerda que era así como él la pegaba; cerradas las ventanas y las puertas por si a ella se le escapaba un grito. En la cara no, que eso se vería; en la espalda, en el vientre; ahí sí, que las mujeres decentes no van enseñando esas partes del cuerpo y tampoco nadie les cuenta los cabellos. Y María se encoge y se encoge, y a cada golpe, abre la boca para coger aire y quiere imaginarse que ese dolor es otro parto, que pronto habrá pasado y que mañana se abrirán las ventanas y ella podrá volver a sentarse detrás de las cortinas de encaje a bordar. Y vendrá alguna amiga y tomarán un refresco o un chocolate y quizá se hagan alguna confidencia. Aunque ya sabe que todas son felices. Como ella.

14 junio 2005

Tiempo y distancia

La distancia más corta entre un punto y otro es la línea recta. Es por eso por lo que nunca llego a tiempo a nada; porque doy muchas vueltas.
Solía pedir que se parara el tiempo para poder llegar adonde fuera; necesitaba que alguien atrasara el reloj cinco minutos; cinco minutos sólo y hubiera llegado. Nunca pasaba, claro, y llegaba tarde. Daba vueltas y vueltas; me perdía, me equivocaba, preguntaba el camino...
Inútil todo; llegaba tarde. Y sigo haciéndolo.
La culpa es mía siempre. No sé que hago con el tiempo. Se me vuelve imposible controlarlo, decidir que es urgente o que es importante y cual de las dos cosas va primero.
Por eso digo no cuando debo decir sí. O al revés. Es que no me da tiempo a decidirme; necesito otros cinco minutos y luego, otros cinco más.
Así pasó contigo; que no tuve tiempo, que se me hizo tarde, que no supe medir la distancia justa, que me perdí y no pude encontrarme.

08 junio 2005

Segunda sesión

Está sentada en una silla de color rojo sangre con brazos estrechos e incómodos. Sobre esos brazos apoya los suyos con las palmas hacia abajo. En el dorso de la mano izquierda tiene abierta una vía por la que entra el líquido. Una gota por segundo y tienen que entrar tres litros. Tres litros, tres horas, tres fármacos diferentes.
El primero es para que no vomite ahora; el segundo es suero para hidratarla; el tercero es Cisplatino; el veneno que matará al cáncer.
El oncólogo le ha dicho que, en su estadio, el treinta por ciento de los casos se curan. Le cree, pero ahora solo puede pensar en mañana, cuando empiecen los vómitos, el dolor insufrible, y cualquier olor, aún los que siempre ha considerado agradables, se le clave en el cerebro como una aguja hasta hacerle perder el conocimiento.
Con la primera sesión duró nueve días ese tormento. Luego le dijeron que era lo normal pero que no se lo decían a los pacientes porque era "demasiado penoso".
En medio de su dolor, ella se rió. Le pudieron decir que tenía un cáncer, que de cada cien personas que lo padecían, morían setenta y no pudieron decirle los efectos de la quimioterapia porque "era demasiado penoso". Tiene una cierta gracia.
Esta vez ella ha traído flores a la sala de quimio. Un gran ramo de colores alegres. Las enfermeras lo han colocado de manera que todos puedan verlo. Es el punto de fuga. Un sitio al que mirar para ver más allá de lo que ven ahora. Más lejos de esa gota por segundo que envenena y que quizás los salve.
Dos sillas más allá de la suya, una joven que viene por primera vez, le ha preguntado su nombre, le ha dado las gracias por las flores y un instante después se le ha roto el alma y ha empezado a llorar. Nadie dice nada ni pretende consolarla. Es el llanto de todos y saben que no es el momento del consuelo.
Hay que dejar correr esas lágrimas.

31 mayo 2005

Pentimento II

Ilustrando el post anterior, no muy perfectamente...

Isabel de Portugal

Cuadro pintado por Tiziano en 1548. Museo del Prado.

" Según Palma "El Joven", alumno de Tiziano, el genial artista iba pintando cuadros que dejaba apoyados en los muros de su estudio, cara a la pared. Cada día daba la vuelta a alguno de ellos y lo modificaba. Así, una y otra vez. Tiziano, maestro del retrato renacentista, era un "arrepentido" impenitente y gran ahorrador de lienzos. Las radiografías han revelado que debajo del mayestático retrato de Isabel de Portugal hay otra figura femenina que nada tiene que ver con la reina y que se parece al personaje de una escena mitológica. Más que un "pentimento", es un caso claro de reutilización del lienzo. Tiziano nunca conoció a Isabel de Portugal y pintó este bellísimo retrato suyo nueve años después de su muerte".

Datos tomados de este enlace:

http://www.el-mundo.es/magazine/m41/textos/cuadros1.html


Pentimento

Palabra italiana que se traduce por arrepentimiento. Usada en todo el mundo para significar las pinturas que están ocultas en las capas inferiores de algunos grandes cuadros. El pintor se "arrepintió" de lo que estaba pintando y modificó el lienzo. Esos pentimentos se ven con las modernas técnicas que se aplican en los Museos cuando han de restaurarse las pinturas o cuando se sospecha de la autenticidad o cuando se quiere saber cuantas veces el artista modificó o repintó una tela en concreto.
Arrepentimiento; una palabra preciosa.
Mucho más bonita que la que se aplica a los escritores cuando, a partir de su propia obra, recrean una idea o un tema y para ello aprovechan frases o párrafos que escribieron en otro lugar. Eso es llamado "canibalismo". El escritor se "come" a sí mismo. No se arrepiente; se devora.
Me parece una injusticia léxica, cuando menos.
La primera vez que vi la palabra pentimento, fue en el título de una novela de Lilian Hellman, esposa de Dashiell Hammet, también escritor. No tenía ni idea de lo que la palabra significaba, pero era sugerente. No tuve que arrepentirme de haberla comprado y leído. Aprendí mucho sobre los sentimientos en general y sobre el arrepentimiento en particular. Sobre todo aprendí lo difícil que es arrepentirse, tomar conciencia de que es necesario hacerlo y hacerlo sin asomo de orgullo ni de rencor. Sin resquicios. Y el esfuerzo que cuesta pintar una vida nueva sobre otra que ya ha perdido su sentido inicial. Recomponer sin destrozar.
Arrepentimiento sin canibalismo. Ni propio ni ajeno.

22 mayo 2005

Julia

Julia escribe versos. Cuando alguna mañana se sienta bajo las moreras del camping a escribir, la espalda contra un árbol, el bloc en las rodillas y esa mirada fija en ninguna parte, dirías que es un cuadro, una pintura perfecta que refleja una inocencia perfecta y también una perfecta nada.
De vez en cuando baja los ojos al papel en blanco, escribe un par de líneas o palabras, se coloca la falda o se pasa la mano por el pelo, que se recoge alto.
Puede pasarse toda la mañana en la misma postura. Los juegos de los niños, el ir y venir de gente a la piscina, al bar, a los lavabos, los coches que entran, salen, la música, el olor a comida.., nada es capaz de hacerle levantar la cabeza ni de distraerla un instante. Hasta las cuatro de la tarde. Entonces Julia se levanta, da un par de manotazos a su falda y sin hablar con nadie, entra en su caravana. Y de allí ya no sale hasta la noche. Y cuando sale es otra. Julia ya está borracha. Ahora lleva una falda cortísima y estrecha, una blusa que, con mucho trabajo, le sujeta un tirante, va descalza y lleva el pelo suelto. Tiene un pelo precioso largo hasta la cintura, liso y negro.
Camina algo insegura. Las mujeres la miran desdeñosas; los hombres se la comen con los ojos. Y es que Julia es muy guapa. Tanto, que cada noche, más de uno baja desde los dos o tres pueblos cercanos a tomar una copa al bar del camping, solo por verla. Por verla y por si acaso esa noche Julia lo elige para dormir con ella. Que todos saben lo que le pasa a Julia; que está sedienta y necesita mucho alcohol y mucho sexo.

21 mayo 2005

El australiano

Se llamaba Paul, o eso decía y era un calco del protagonista de "Cocodrilo Dundee".
Podía tener unos 40 años, un tipo guapo, atlético, no demasiado alto. Moreno de montaña, con el pelo rubio ceniza y unos ojos azules como el agua, no había jovencita (ni no tan jovencita) que no estuviera persiguiéndole con la mirada todo el día.
Lo de australiano nunca quedó claro del todo, porque a sus muchos atractivos añadía el del misterio. Sí. Era misterioso. Siempre iba solo, nadie sabía con certeza donde vivía, comía o dormía. Saludaba siempre pero nunca se paraba a hablar con nadie a menos que fuera totalmente imprescindible o como alguna vez pasó, un tropel de muchachas le cerrara el paso para pedirle un autógrafo. Él sonreía, con una sonrisa perfecta y cautivadora, se negaba cortesmente asegurando que nada tenía que ver con el cine y se escabullía como una serpiente.
Decklan decía que no era de fiar, pero ¿a quién le importaba eso con lo guapísimo que era?
Lo encontrabas en los lugares más insospechados de la montaña. Valentín y yo subíamos hasta la Vall de l´Estudiant en coche, mientras el camino lo permitía y luego a pie un buen trecho hasta alguna borda, donde yo soltaba los fósiles recogidos y descansábamos o comíamos algo. De repente, surgía Paul como de la nada, como un fantasma diurno. Siempre le invitabámos a comer o beber algo; nunca aceptaba y desaparecía de la vista como había llegado; en un momento y sin dejar rastro.
Valentín se encogía de hombros y decía "es boig", está loco, y seguía comiendo tan tranquilo, mientras yo me sumía en un mar de preguntas. ¿Por donde podía haber llegado sin que se notara su presencia si aquello era un enorme descampado reseco, sin un árbol ni una brizna de hierba y con una visibilidad magnífica?
Otras veces, volviendo de Agulló o de algún otro pueblo cercano, lo encontrabas sentado al borde del camino, en la cuneta. Parabas el coche y le preguntabas ¿te llevo a Ager?. No. Se quedaba allí sentado, así lloviera o luciera un sol de justicia.
Solo una cosa pareció conmoverle, sacarle de la indiferencia. Una canción. "The shadow of the smile". Yo tenía esa pieza grabada en un cd y solía llevarla en el coche. Una tarde, dejé el coche aparcado a la puerta de casa. Estaba puesto el cd y sonaba esa canción. Como siempre, de la nada apareció Paul, apoyó una mano en la ventanilla y se quedó allí, inmóvil, escuchando. Cuando acabó, me dijo; ¿puedes ponerla otra vez, por favor?, y aquello era una súplica. Pues claro, y puedo grabarte un cd o una cinta, si quieres. No, no; sólo otra vez, por favor.
Busqué la pista y "La sombra de tu sonrisa" volvió a llenar el aire. Él ni cambió de postura. Juraría que no movió ni un músculo de su cuerpo. También juraría que vi unos ojos azules como el agua, llenarse de otra clase de agua que no llegó a caer.
Luego dijo, gracias, volvió la espalda y se fue como había llegado. Como solía hacerlo; como un fantasma.
*

18 mayo 2005

Tienes razón

Siempre estás en lo cierto.
Tus argumentos no se pueden rebatir.
Están tan bien fundamentados, tan bien expuestos que es imposible no darte la razón.
Sabes como convencer, como encontrar la frase exacta que cierra cualquier debate sin posibilidad de apelación.
Cuando hablas, hay que escucharte. Se aprende mucho contigo y no debo perder la oportunidad de aprender, como tú dices.
Y yo me aplico. Lo intento, cuando menos.
Aunque no siempre puedo seguir tu discurso con toda la atención que requiere y sé que eso te molesta. Discúlpame, por favor.
Me cuesta no perder el hilo de tu conversación, mientras plancho tus camisas, me ocupo de los niños, voy al mercado, limpio, cocino, cumplo con mis 8 horas de trabajo fuera de casa, atiendo tus llamadas y pago tus deudas.
Algunos días, cuando llega esta hora, confieso que estoy algo cansada. A veces me tiemblan las manos y tengo que esconderlas para que no te des cuenta. Sé que te incomoda mucho. Podría volver a salpicarte al servir la sopa.
Hoy no. Estoy tan relajada como si hubiera podido dormir toda la noche de un tirón. La verdad es que no he dormido nada. Y tengo el pulso firme, fíjate.
No necesitas un segundo disparo.
Justo entre ceja y ceja.

17 mayo 2005

Valentin

Valentin me enseñó a pescar. No aprendí mucho ni muy bien y eso de soltar carrete o enrrollarlo o adivinar donde demonios tenían la parte trasera (¿o era la delantera?) las lombrices para poder ensartarlas bien en el anzuelo, se me daba fatal. Es que me daban un asco de muerte las dichosas lombrices. Ensartar una lombriz adecuadamente, mientras intentas no mirarla y no tocarla, es algo complicado. Tuve suerte de que fuera Valentin quien me enseñara porque a él lo que le daba asco era tocar a los peces para desprenderlos del anzuelo, así que nos repartíamos el trabajo; el ensartaba las lombrices y yo liberaba los peces.
A mí me gustaba más pescar con cucharilla. Ir al blackbass a la cabecera del pantano donde eran suficientes cañas de 2.5; él preferia ir a la carpa con cañas de 4 metros que, por supuesto yo nunca logre tirar bien. Ni mal, porque la única vez que lo intenté, el anzuelo se fue a parar al pino más cercano y allí se quedó para siempre, porque a ver quien era el guapo que subía hasta allá arriba a desengancharlo. La caña de 4, podía más que yo, de todas todas. Aún así, con la pequeña, logré en el Santa Ana, una carpa de 600 gramos yo solita. Y sudé lo que nadie sabe para sacarla, que peleonas son. El blackbass también pelea, pero siempre fueron más bien pequeños los que pesqué. De estos, bastantes.
Con Valentin podias andar horas y horas por la montaña y no parar de aprender ni un minuto. Era un hombre sabio, con esa sabiduría que dan los muchos años y el contacto diario con la naturaleza. Si decia, mañana lloverá, llovía; si hará sol o nublado o tormenta o granizo, eso hacía.
Como si el tiempo le obedeciera.
Con él, entré a las minas de carbón de Corsá en busca de fósiles, con él, a Pedra a por equinodermos, con él a recoger incienso de la corteza del ginebro, con él a por setas, a por orégano, orquídeas miniatura, violetas, fresas silvestres y tantas otras cosas. Tesoros, ahora lejos.
Yo solo iba a buscar fósiles y creí que nada más me interesaba de aquel lugar. Valentin consiguió que me enamorara hasta los huesos de cada metro del Montsec. Y así sigo, enamorada. Ausente pero enamorada.
Como enamorado estaba él, que después de 40 años de guarda forestal, jubilado hacía tiempo, allí seguía vigilante, cuidando su parte de montaña, sabiéndosela toda y lo más importante; compartiendo con cualquiera que se le acercara lo que de ella sabía.
Cuando hay tormenta, como hoy aquí, me acuerdo de las piñas estallando en el fuego, el olor a resina y pino fresco que echábamos encima de los troncos ardiendo solo por el placer de ver las chispas diminutas elevarse por el tiro de la chimenea.

15 mayo 2005

¿Desde cuando te quiero? ¿Será muy cursi si digo desde siempre? Es que no se me ocurre otra expresión más original.
Será porque no recuerdo haber amado a nadie más. Al menos, no de esta manera. No como te quiero a ti, que eres la única referencia segura de mi vida. Y me asusta pensar que no lo sepas o que necesites preguntármelo.
Es que supongo que de sobra lo sabes y no lo digo tanto como quizás debiera.
Te quiero desde aquel día que te pedí, tartamudeando, si querías, por favor, bailar conmigo. Me sudaban las manos, me temblaban las piernas, te pisé veinte veces por lo menos...
Que edad teníamos entonces? Ni quince años ninguno de los dos. Pues desde entonces. Desde entonces y hasta cuando me dejes seguir besándote las manos.
Sé que no cumplo todos los requisitos; que paso mucho tiempo fuera; que algunas noches llego desganado y aburrido y harto, del mundo en general, y de mí mismo. Sé que te hago poco caso, aunque muchas veces tienes razón. Sé que me olvido de tus cumpleaños; ¡y hay tantas otras cosas que sé que te molestan y las hago!
Tú debes de quererme también o no me aguantarías. Y yo, estúpido de mí, no tengo el valor de preguntarte por si acaso me dijeras que no. Y no preguntaré, que me asusta pensar en la respuesta.
Tú has creado mi mundo; ese que tenemos cuando cerramos la puerta de la calle y nos quedamos solos. Y no le falta nada; tú eres el aire fresco, la claridad del día, el amor que me abraza, el fuego del deseo, la sed ardiente y el agua que la calma.
Y eres todos los versos y todas las canciones y todas las palabras de amor que se hayan inventado y te dedicaría. Y eres más, tanto que ya no sé decirte, pero si me preguntas que es lo que me aterra, que querría tener ahora y para siempre, que es lo que me quita el sueño, las respuestas serían;
Que algún día me dejes.
Solo a ti.
Tú.
.

Irlandeses

Decklan y Rory son irlandeses. Decklan vive en Ager desde hace muchos años. Rory llegó más tarde y no se queda de modo permanente. Viene con la primavera y se va en otoño.
Decklan tiene su casa en la misma calle en que yo tenía la mía. Separados por un portal. Casas viejas, con vigas de cerezo que pasan de una casa a otra de tal manera que han de caerse todas o ninguna. Paredes de 80 cm de ancho en las fachadas y cimientos sobre roca viva. Soportan todo, menos la especulación inmobiliaria.
En casa de Decklan, hay una bandera irlandesa en la ventana. Vive aquí, con el corazón en su Irlanda que él desea republicana y libre. Decklan es partidario del Sinn Féin, aunque reprueba la violencia y esa es una de las causas por las que se fue de su país. Me contó que Sinn Féin, significa en lengua gaélica " nosotros solos" o "nosotros mismos".
Decklan se fue de Irlanda, según me dijo, porque no quería ser identificado con el IRA. Y eso es lo que parece que pasaba. Que son dos cosas diferentes desear gobernarse por si mismos y poner bombas por las calles. Que estaba harto de violencia física y psiquica. Que ya no se reconocía entre los suyos. Y se fue. Con Irlanda en el corazón, expuesto en esa pequeña bandera que ondea en su ventana.
Cuando llega Rory, en primavera, le trae noticias frescas y auténticas. Los dos se pasan horas hablando y hablando de tiempos en que tenían otras esperanzas; y de los venideros que ya saben no les van a traer lo que desean.
Decklan tiene un pequeño negocio en Ager. Es monitor de vuelo de ala delta y alquila o vende el material necesario para ello. Cuando empieza la temporada y las térmicas de las laderas de Sant Alís y Coll d´Ares permiten los vuelos largos, llega Rory para ayudarle con los desplazamientos y para ir a recoger a los voladores que a veces aterrizan muy lejos de donde han salido.
La última vez que los vi andaban disgustadillos por la invasión de parapentistas que, según ellos, eran gente mucho más ruidosa e irresponsable. Es una lata, decían, que un parapente sea tan barato. Esto ya no es lo que era..!
Hace nueve años que no he ido a mi montaña del alma. No sé si Decklan y Rory ya estarán subiendo y bajando por la pista que lleva a la explanada de vuelo, con el techo de sus 4x4 cargados con las alas de los voladores que lleven en ese viaje, o si habrán vuelto a su tierra.
Yo sigo pensando en ellos y acordándome de las largas charlas nocturnas sobre casi todo lo divino y lo humano, sentados a la puerta de su casa o de la mía, casi juntas, bajo un cielo estrellado y una bandera irlandesa.

13 mayo 2005

Él

Lleva conduciendo un buen rato. Estas distancias hasta su casa le consumen el poco tiempo libre que le queda.
Hoy es viernes, por suerte. Dos días sin traslados, sin oficina, sin reuniones. Dos días en casa. Y tres noches.
Un bocinazo. Tienen razón, estoy distraído. Levanta la mano cuando pasa el otro coche, pidiendo disculpas. Es que estoy cansado. Pone la radio. Parecen las mismas noticias de ayer palabra por palabra. Mismas disputas políticas, mismos sucesos sangrientos, mismos perdedores...
De qué se extraña? Su vida también es así. Días iguales a otros, uno detrás de otro, una hora tras otra.
Cuantos años lleva casado? Más de 20. ¿Cuantos días son 20 años? Hace un cálculo mental. 7.300 ¡Tantos..! No, son más porque hay años bisiestos. Sonríe por esa precisión. ¡Qué más dará unos días más o menos..!
Sirenas y luces adelantándole. Un accidente. Vaya, esto me va a retrasar bastante. El policía le dice que tiene que tomar un desvío. Le da algunas indicaciones que él no acaba de entender. Toma el desvío. Ya encontrará algún indicador que le oriente.
Cuantos días eran? Más de 7.000. Con sus noches, claro. ¡Cuantas cosas pasan en 20 años y que pocas dejan una huella feliz!
No sabe muy bien porqué, pero los ojos se le llenan de lágrimas que no puede contener. Las deja caer libres sobre la camisa, sobre los pantalones.
7.300 días de algo que no debió durar ni 300. Y que sigue sin darle un respiro. Piensa en ella y sabe que no quiere verla esta noche. La llamará. Le dirá que ha surgido algo en la oficina. Se quedará en algún hotel de la ciudad. Tendrá tiempo para reflexionar a solas. Necesita estar solo. Tiene que estar solo unas horas al menos. Necesita pensar, necesita...
No sabe lo que necesita pero si sabe que no va a ir a casa. Otra vez los ojos se le llenan de lágrimas.
Detiene el coche y baja. No sabe donde está. Se ha metido en un descampado sin darse cuenta. La carretera ha quedado muy por encima. Ve las luces del tráfico allá arriba. ¿Cómo he podido distraerme tanto? Al menos es un terreno llano.
Dará la vuelta y volverá a buscar una entrada a la carretera. Ya es noche cerrada.
Ahora le urge volver a la ciudad. Quiere pensar en todo lo que siente que debe pensar. Tomar alguna decisión; solucionar o romper. Comprende que no puede esperar más para vivir de otra manera. No sabe como, pero distinta. Está decidido. No más de esto.
Sube al coche y apreta el acelerador a fondo hacia las luces.
No ve venir al tren.

Ella

Salió de la bañera y se cruzó la toalla alrededor del cuerpo.
Limpió el espejo empañado. Se secó el pelo y lo recogió con el pasador. Se vistió, se calzó las chanclas y fue a la cocina.
Mordisqueó una galleta mientras preparaba la cafetera. Sobre la mesa puso una bandeja pequeña. Una sola. Por primera vez en mucho tiempo.
Volvió al cuarto de baño. Puso la ropa sucia en la lavadora con un programa corto. Recogió todo lo que había usado para arreglarse. Cada cosa en su sitio, como le gustaba que estuviera.
Antes de cerrar la puerta miró atenta por si había olvidado algo. No. Todo igual que siempre.
En el vestidor se puso las medias y unos zapatos bajos, cómodos y silenciosos.
Buscó el bolso y miró si llevaba lo necesario. Todo estaba allí.
En la cocina acabó de preparar la bandeja. Azucar, cucharilla, plato y taza, dos tostadas, un poco de mantequilla y mermelada, una jarrita de leche. Puso la cafetera pequeña con el café aún hirviendo, cogió la bandeja y subió las escaleras.
Él estaba dormido. Le tocó con suavidad en el hombro. El desayuno. Él dijo algo ininteligible y se dió la vuelta.
Ella miró aquella espalda, el perfil de aquel rostro. Pensó que eso era lo que más conocía de él. Un perfil, una espalda.
Ella volvió a ponerle la mano en el hombro. Me marcho; adiós.
Él contestó un hasta luego apenas murmurado. Ella repitió en voz baja; adiós.
Bajó las escaleras despacio. No había prisa.
Llegó a la puerta, puso las llaves en la cerradura y abrió. Luego salió a la calle y cerró con cuidado.
No necesitaría más esas llaves.
No iba a volver.

11 mayo 2005

Tres

Él llegó el mismo día de la boda de ella con Juan.
Juan le dijo a ella: Ya te he hablado de él. Es el amigo que estaba en Francia.
Ella y él se dieron la mano mirándose a los ojos.
Él no la soltaba y ella sentía el corazón saltándole en el cuello.
Ella intentó apartarse y él no la dejó. Sostenía su mano como si fuera una preciosa figura de cristal. Ella pensó que cuando la soltara, se rompería.
Al fin alguien vino a buscar a la novia. Tuvieron que soltarse. Y se rompieron los dos.
Se vieron muchas veces. Nunca solos. Algunas veces él llegaba de visita con su esposa. Otras llegaba con Juan.
Cada vez algo empezaba y se perdía. De pena y de rabia. Se miraban y sabían. Y porque sabían, callaban. Se despedían con las manos en ascuas y los ojos del otro en la retina.
Ella y él siguieron sus vidas.
Él perdió a uno de sus hijos. Ella tuvo dos. Ya no se veían con la misma frecuencia.
Ella no pudo más con su contradicción. Se separó de Juan. Se marchó lejos con los niños.
Intentó no olvidar los teléfonos a los que podía llamarle para decirle al fin, con todas las palabras, lo que pasaba por su corazón.
Nunca lo hizo.
Pasaron años hasta que una casualidad los reunió de nuevo.
Él ya estaba solo también. Hablaron de todo lo que habían callado durante años.
De lágrimas escondidas, de palabras que quemaban la garganta.
De besos nunca dados, de caricias perdidas.
De responsabilidades que no habían podido o querido dejar atrás.
Se miraron temblando. Ahora todo era posible.
Tuvieron miedo otra vez. Miedo a vaciar de sentido todo su pasado.
Y el amor siguió como siempre.
Oculto. Esperando.

Uno

Él se miró al espejo.

Se pasó la mano por la barba. Tendría que afeitarse, pero luego.

Esas bolsas en los ojos le preocupan. Tiene mal aspecto. Cara de agotado.

Él pensó en ella.

No. Aún es temprano. Ni las nueve siquiera.

Se había prometido no mirarla hasta las doce.

Abre el grifo del agua. Una ducha fría que estremezca el cuerpo. Necesita despejarse del todo antes de enfrentarse al día.

Las nueve y veinte. El tiempo que no corre y ella que le espera. Prometió que a las doce.

Él entreabre la puerta. Quiere asegurarse. Suspira aliviado. Sigue ahí.

Las nueve y media. Este maldito tiempo que no quiere pasar. O el reloj, que se atrasa.

Coge la maquinilla para afeitarse. Le cuesta acertar con el enchufe. ¿Que hora será? No quiere mirar el reloj. No habrá pasado ni media hora desde la última vez. ¿Y si lo miró mal?

Las nueve y cuarenta. La toalla resbala de las manos al suelo. La aparta con una patada.

Algo está fallando. Le engañan. No es posible que aún no sean las diez.

Él ya sabe lo que prometió. Lo sabe bien. Ayer sabía que quería cumplir esa promesa.

Hasta las doce, nada.

Él ya sabe que no va a poder cumplirla. La ve allí, donde siempre.

Llamándole.

Las diez y cinco. Ya ha esperado bastante. ¿O es que no ha sido suficiente castigo?

En dos saltos llega al salón, estira el brazo y su mano la apresa con fuerza.

Ya es toda suya; la ginebra.

05 mayo 2005

Aló..!

¿Siiiii..?
.........
Ay, Helena, hija, que no te había conocido..! ¿Que tal por...? ¿Pero que te pasa, porqué lloras..? ¡Cálmate, caray que no entiendo nada...!
........
Ah, ya..! Paris, que es un zopenco. Natural, un niño bonito. ¿Porqué las jóvenes nunca escucháis a vuestras madres? Y mira que te lo advertí. Quédate con el viejo, que ese se muere antes y no molesta tanto. Pero tú no me hiciste caso; "que si Paris es monísimo, que si es tan delicado, que si mira que piernas,..." ¡Toma piernas! Y ese no se muere así como así, que va a hacer falta una guerra de no te menees...!
........
Lo sé seguro porque me lo ha dicho Afrodita que está a favor de Paris, aunque ya sabe que es mas tonto que el palo de una escoba y que de todas maneras se lo van a cargar en la guerra, porque Filoctetes se la tiene jurada desde el colegio. Y Afrodita lo va a sentir. Con lo contenta que está de Paris desde lo del juicio.
.......
¡Pero que abogado ni abogado...! Si Paris no sabe hacer la o con un canuto.
........
Vale; otros abogados tampoco, pero no era un juicio de esos. Fue cuando Paris dijo que Afrodita era la más bella y que...
.........
¿Ahora te va a dar un ataque de celos...? Helena, cálmate, que Afrodita no es lo que parece. Muy mona, eso sí, pero mal genio, ni te cuento. Con decirte que el otro día se atrevió a llevarle la contraria a Hera, ya te lo he dicho todo. Bueno, mira, por si o por no, aguanta un poco, hija. Quién sabe. A lo mejor Héctor se queda viudo.
........
Una salud de hierro Andrómaca. Ya. Bueno, bueno, eso podría arreglarse. Ahora me acerco a ver a Cleopatra y si me presta el áspid.., nada hija, nada, cosas mías.
........
¿Estás más tranquilita? Confía en tu madre nenita. Verás como todo se soluciona. Y te dejo, que tengo que acercarme a Egipto un momentín. Luego te llamo. Por cierto, ¿hay higueras por ahí cerca?
........
Perfecto..! Un besito reina de Troya. Que sí, que sé lo que me digo..
........
Clinc!
*
Primera edición: Julio 1998

28 abril 2005

Cartas nunca escritas II

Mi señor Lancelot;
Habré muerto antes de que esta carta llegue a vuestras manos. No os aflijáis por ello. No es vuestra culpa. Soy yo quien ha buscado morir y no siento pesar.
Nunca he sabido porqué mi vida hubo de transcurrir en el encierro y la soledad. El destino quizá o la maldad de gentes que no conocí. Desde la infancia supe que huir de mi prisión era la muerte. Y no quise luchar.
Me resignaba con lo imprescindible para mi sustento. Tenía mis telares, un libro de oraciones y un espejo frente a la ventana, único modo de ver pasar el tiempo. El espejo decía primavera o invierno, paloma o halcón, y me bastaba. Eso creí. Hasta que un día el espejo os miró.
Pasabais a caballo por el puente. La armadura brillante, los cabellos al viento. Os vi. Os vi alzar el rostro y mirar la ventana. El espejo me dijo tantas cosas de vos en un instante, que os amé sin remedio.
Y no encontré paredes que fueran tan espesas, ni puertas tan cerradas, ni escaleras oscuras o empinadas, ni nada que pudiera detener mi afán por alcanzaros. No me detuvo saber que era imposible.
Con mis últimas fuerzas llegué al río. La barca ya esperaba con el barquero atento. Él lo sabía. "Es Lancelot, me dijo, y el fin de vuestra vida".
No me importó. Mejor morir mil veces que nunca haber sentido el corazón ardiendo, que nunca haber amado, que nunca haberos visto.
La barca se desliza por un rio de sombras y os llevará una sombra. Otra cosa no fui.
Os amo para siempre.
Eliane, doncella de Shalott
*
Primera edición: 1998
*
.

23 abril 2005

Cartas nunca escritas I

Hola, Sueño;
La noche de ayer se complicó. Me fui a dormir tarde y triste. Solo tu recuerdo me confortaba y hubo un momento, ese en que aún no duermes pero tampoco estás despierta, en que creí verte, sonriendo, a los pies de mi cama.
Y hoy, el día ha levantado gris y frío.
No importa; estás ahí, en algún lugar, sentado en la copa de un árbol o escondido tras las cortinas para verme pasar y protegerme. Lo sé. Y nada impedirá que mientras sigo la rutina diaria, cierre los ojos un momento y me vaya contigo, de tu mano, a volar entre las nubes.
Me pondré ese vestido azul estrella y dejaré que su brillo me traspase.
Quiero ser solo luz para volar más lejos.
Desde ahí, tan alto, miraremos el mundo lleno de ruidos y polvo. Que más da, si no puede alcanzarnos. "Adiós mundo, hasta luego..! Ahora no tengo tiempo para tí..! Mira, estoy aquí, sentada en esta nube junto a Peter, así que haz el favor de olvidarme por un rato..!"
Y cuando pase el tiempo yo tendré que volver y tú te quedarás, jugando al escondite con tu sombra.
Y luego vendrán días de noches complicadas. Quizá no pueda verte. Pero sí que podré mandarte un beso, envuelto en ilusiones y sonrisas, a tu casa de siempre.
.
Peter Pan
Calle del Primer Sueño
Segunda Nube Azul (a la derecha)
.
Que sea feliz tu viaje. No olvides no olvidarme.
.
Wendy
*
Primera edición: 19 abril 1999
.

14 abril 2005

Erase una vez...

Ni los más ancianos de la bandada recordaban haber conocido a un pato tan charlatán como el pequeño Cuaki. Ya se sabe que los patos en cuanto empiezan a saber graznar un poco, pasan el día entero detrás de los mayores preguntando el porqué de todo, pero Cuaki verdaderamente, se pasaba. No cerraba el pico ni un momento desesperando a sus padres y hermanos que se veían obligados a consumir grandes cantidades de hierbas medicinales para soportar el dolor de cabeza que les producía tanta charla.
Y lo peor era que, inmerso como estaba en su constante parloteo, nunca prestaba atención a lo que le respondían.
Lejos de mejorar con el tiempo, Cuaki siguió importunando a todos con sus preguntas y su conversación incansable, tanto, que cuando llegó el otoño y con él el momento de emigrar, la bandada se puso de acuerdo para dejar atrás a Cuaki. Ya eran bastante llamativos para los cazadores sin el tableteo continuado del joven pato.
Así que, una madrugada, mientras Cuaki descansaba el pico entre las cálidas plumas de su ala derecha, la bandada levantó silenciosamente el vuelo y se alejó dejando solo al ruidoso joven.
Aún antes de despertar del todo, Cuaki ya empezaba a hablar y esa mañana le extrañó mucho no escuchar en respuesta la voz de su padre, diciéndole a graznido limpio ¡CALLATEEE...!
Se sorprendió tanto que, por una vez, con el miedo en la garganta, no tuvo graznido que decir. Sigilosamente salió del nido y empezo a buscar por las orillas de la laguna. Lo normal era que a esas horas estuviera llena a rebosar de compañeros que desayunaban gusanos fresquitos o caracoles recién salidos de sus conchas o buceando en el agua para pescar alevines distraidos, pero aquel día no había nadie. No se oía nada. Ni un batir de alas, ni un graznido, ni una llamada.
Cuaki estaba solo. No sabía que hacer. Su corta vida había transcurrido al abrigo de infinitas plumas de infinitos patos y ahora no había nadie alrededor. Intentó recordar las conversaciones de los mayores. Quizás habían dicho algo que le indicara lo que pasaba, pero por más que pensaba solo recordaba el sonido de su propia voz preguntando y charlando. Ninguna palabra de los demás le venía a la memoria. Se dio cuenta de que nunca había escuchado a nadie, ni siquiera las respuestas a su incesante preguntar. A él solo le había interesado hablar y hablar.
Triste como nunca se había sentido y cansado de buscar inútilmente, Cuaki se acurrucó entre las raíces de un grueso árbol. Estaba oscureciendo y tenía miedo y frío y soledad.
El aire se llenó de rumores en los que nunca había reparado. Un grillo cantaba a lo lejos, un ratón de campo corría entre las hojas secas, las ramas de los árboles susurraban balanceándose suavemente y una rana, en la laguna, empezó a croar llamando a cenar a su familia.
Cuaki no durmió aquella noche. Escuchó y entendió las voces del mundo que lo rodeaba y se arrepintió mil veces a lo largo de aquellas horas interminables de haber desoído las palabras de su familia y sus amigos.
Estaba amaneciendo. Tenía hambre y se dirigió a la orilla de la laguna en busca de comida. Cual no sería su sorpresa al ver que en el agua, otro pato estaba desayunando. ¡Eh..!, gritó Cuaki, e inmediatamente se calló, asustado. No quería que el forastero huyera al escuchar su voz. Pero no fue así. Le devolvió el graznido y siguió desayunando como si nada. Cuaki se metió en el agua y nadó hacia él. Bueno, hacia ella, porque resultó ser una agraciada pata. Se presentaron mutuamente y conversaron largo y tendido acerca de sus bandadas y del porqué éstas las habían abandonado a su suerte. Plumalisa, que así se llamaba la joven pata, contó a Cuaki que fue por culpa de su manía de gastar bromas pesadas a sus compañeros y Cuaki le habló de su incesante parloteo. Después de mucho rato se dieron cuenta de que ninguno de los dos se había comportado como solía. Él había escuchado atento y ella no le había arrancado ninguna pluma. Convinieron en que quizá sería posible corregirse, comportarse como todo el mundo y llegar a ser unos buenos patos que pudieran convivir en paz con los demás, aunque también estuvieron de acuerdo en que eso sería mucho más aburrido.
Decidieron quedarse aquel invierno en la laguna y practicar las normas habituales entre los patos y para no aburrirse demasiado hicieron un pacto. Un día a la semana Plumalisa le gastaría todas las bromas pesadas que pudiera a Cuaki y al día siguiente Cuaki hablaría incansable sin prestar atención a lo que dijera ella.
Se lo pasaron tan bien aquel invierno que, cuando llegó la primavera y el amor empezó a estar por todas partes, se casaron y para cuando llegaron las bandadas a pasar el verano, ya tenían toda una prole gastando bromas pesadas y parloteando incansablemente.
Y hasta hoy siguen siendo muy felices.
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Primera edición: diciembre, 1999

08 abril 2005

La influencia...

... de las drogas en la reproducción de la mariposa verde de Singapur, es una cuestión que trae de cabeza a los entomólogos de todo el mundo y que ha generado una gran polémica entre los defensores de las especies en peligro de extinción y los contrarios a que las drogas se legalicen.
En cambio, para las citadas mariposas, la cosa está clara. Llevan años pidiendo esa legalización y asi lo dejaron patente en la manifestación celebrada después de la última Asamblea Extraordinaria.
Encabezada por una pancarta que rezaba "Drogas legales, al alcance de cualquiera y pasando de metadona ¡caray..!", la protesta fue multitudinaria según la organización de la misma. (Según la policía, solo acudieron 17 mariposas y un zángano que provocaron algunos disturbios)
La raíz del problema estriba en que, sin las partículas que deja la respiración de los drogadictos en el ambiente, el 99,9 % de los especímenes machos, se sitúa en una posición de completa indiferencia ante la procreación. Las hembras, dotadas de un fuerte instinto maternal, se desesperan hasta el punto de intentar robar las larvas a otras especies para satisfacer ese instinto. O intentan aparearse con otros insectos, lo que da lugar a muchas confrontaciones. Está documentado que el año pasado, una mariposa verde se puso a hacerle carantoñas a un escarabajo pelotero, que no se negó. A consecuencia de ello, la señora del escarabajo les puso un pleito por adulterio, se divorció de su esposo, pidió la custodia del escarabajito que tenían en común y una pensión de 4 pelotas de estiércol por semana.
Funestas consecuencias de un problema que no han provocado ni las mariposas ni los escarabajos.
Sinceramente espero que el mundo en general recapacite sobre la conveniencia de resolver esta grave situación, antes de que nos quedemos sin mariposas verdes de Singapur.
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Primera edición; agosto 2001

02 abril 2005

Sectas perniciosas

Los millones de lectores que visitan este blog (disculpad pero es que no tengo abuela) me dicen con frecuencia que se me han aflojado los cables neuronales. La verdad, me parece infinitamente cruel recordarme a cada post mi estado mental teniendo en cuenta lo que tuve que sufrir en el pasado y he decidido contaros toda la verdad.
En una época de mi vida, que intento olvidar por todos los medios, estuve captada por una secta de las más perniciosas. Su nombre, "Pans & Company". ¿A que se os ha puesto la piel de gallina solo de pensarlo? En aquel tiempo yo era una inexperta jovencita que creía honestamente que alimentar a los hambrientos a base de pan y compañía, era una meta deseable en la vida y sin pensarlo dos veces me convertí en un miembro activo. Durante un largo tiempo mi vida tuvo una razón de ser. Me sentía útil y era feliz cuando podía compartir los bocadillos con almas tan necesitadas como yo.
Nada sospechaba de lo que en realidad nos tenían reservado nuestros dirigentes espirituales ni del desastre a que nos abocaban sin remedio, hasta que una mañana en que la ración de pans con tortilla fue realmente excesiva, tuve la sospecha de que algo olía a podrido y no solo en Dinamarca como cree el pretencioso de Hamlet.
El caso es que, mediante sobornos de pans con chorizo a las personas adecuadas, conseguí llegar a los archivos centrales de la organización y pude enterarme de sus diabólicos planes. Tenían montada una ingeniosa estrategia para matar a media humanidad sin que pudieran culparles de nada. La gente moriría con la sonrisa en los labios y bendiciendo el nombre de sus asesinos. El plan consistía en hacer comer a sus víctimas la mayor cantidad posible de pans con lo-que-sea-que tenga-más-grasa y luego, cuando ya tuvieran las arterias taponadas por el colesterol, proporcionar compañía, pero no una cualquiera, no. Compañías de esas que te hacen subir la tensión a 124-120 y que el pulso acelere hasta 130. Para lograrlo ya tenían contratados los servicios de Girls&Boys Sex Ltd. con órdenes de aparecer en el momento justo.
Quedé horrorizada ante tamaño complot y salí zumbando a denunciar el caso a las autoridades competentes. Solo me llevé a uno de los Boys que estaba particularmente..., esto.., en fin, ya me entendéis, no?
Desde ese momento nada más he tenido que ver con la citada Secta aunque es justo reconocer que de vez en cuando me ataca un deseo enorme de un pans con cualquier cosa que chorree grasa por todos sus lados.
Espero que pronto esos deseos desaparezcan porque intento de veras llevar una vida sana y ya solo consumo género de los establecimientos Pans & Prozac.
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Primera edición; no se qué mes del 2001

Acto 1º, escena 2ª

En la escena anterior, Doña Trenzas, una nueva rica, hortera de profesión, ha recibido una llamada de Don Ignacio, capo de la mafia siciliana en Outlook Exprés City.
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Bautistaaaaaa...! La puerta..! Corra a abrir la puerta, por Dios, que es Don Ignacio...! Vamos, vamos, vamosssssss..!
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Oh, Don Ignacio..! Cuánto honor..! Sea usted muy bienvenido. Pase, pase, por favor, está usted en su casa.
¡..........................!
Nada de eso, Don Ignacio. Lo que ocurre es que me mira usted con buenos ojos. Vamos que es usted de una amabilidad que tumba de espaldas.
¡..........................!
No, no, Don Ignacio, que era en sentido figurado! ¿Cómo voy a tumbarme de espaldas en la alfombra? ¿Qué diría el servicio?
¡..........................!
¿Que no le importa un comino el servicio? ¡Don Ignacio, usted no tiene ni idea de lo que cuesta encontrar buenos criados y hay que pagarles un ojo de la cara!
...........................
Bueno, claro, visto de esa manera... Sí, si, ya sé que hay ojos de cristal baratitos y también sé que usted es siciliano y además un Don y la gente le sirve por la cara, pero yo solo...
..........................
No, no creo que necesite un asesino a sueldo pero le agradezco la oferta. Bueno, pensándolo mejor, quizás...¿sabe?, hay un tal Bernardo que a veces se pone un pelín molesto... tendré en cuenta su oferta por si acaso.
..........................
Agradecidísima, de verdad. Y es usted quién me ha honrado con su visita. ¿De veras no quiere pasar al saloncito para un refrigerio?
¿¿¿¿¿.........??????
¡No dispare, por favor, no dispare...! No he dicho nada de meterle en un refrigerador, se lo juro Don..! Un refrigerio es otra cosa, se lo juro, se lo jurooooooo...! Bautistaaaaaaaaaa..... llame a la policíaaaaaaa...!
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Primera edición, julio 2000

31 marzo 2005

El Trompetero de Camelot

Resolución del Consejo de la Tabla Redonda.
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Con fecha de hoy, el Rey Arturo y el resto de miembros del Consejo, se han reunido para estudiar la petición que les ha presentado Lady Trenzas en favor del caballero JM, y exponen el resultado de sus deliberaciones:
Punto1.-Que entienden y lamentan los problemas del citado caballero.
Punto2.-Que el caballero debe comprender que no se puede privar de su libertad de expresión a Lady Sherezada ni a Lady Trenzas.
Punto3.-Que, en el deseo de solucionar esto de la mejor manera posible, sin que ninguna de las partes se sienta perjudicada en exceso, resuelven:
Que el caballero JM tiene derecho a sentirse hecho polvo los días impares de cada mes, pero se le aconseja una visita al Mago Merlín en previsión de que esa tendencia aumente. Los días pares tendrá que aguantarse con los besitos, besotes, saluditos y demás zarandajas de sus corresponsales.
Que Lady Sherezada y Lady Trenzas repriman en esos días sus efusiones respecto al caballero que nos ocupa para facilitar su total recuperación.
Que se cumpla.
Dado en Camelot, tal día como hoy.
Firma ilegible.

30 marzo 2005

El Trompetero de Camelot

Noticias del campo de batalla.
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Según crónica de nuestro corresponsal, no estamos teniendo mucho éxito en la guerra que sostenemos contra el vecino reino de Bloggerius. Nuestros heridos se cuentan por cientos sin que sepamos las bajas de nuestros enemigos que, a juzgar por el ímpetu de sus ataques, no deben de ser muchas.
El Rey Arturo está negociando un pacto de ayuda mutua con los embajadores de Yapuntocom y Movableland, por si fuera necesario utilizar sus caminos e infraestructuras en caso de una retirada victoriosa* de nuestras tropas.
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*Recuérdese que los ingleses pierden las guerras victoriosamente.
Primera edición 30 marzo 2005

28 marzo 2005

El Trompetero de Camelot

Carta del Director a Lady Sherezada d´Aquí.
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Mis respetos, Lady Sherezada;
Deseo agradecerle el interés que demuestra por nuestro modesto boletín. Me pregunto si ese interés llegaría al punto de desear suscribirse. En caso afirmativo solo deberá mandarnos un pergamino, debidamente franqueado, con su nombre, dirección completa y fotografía tamaño carnet. El precio de la suscripción es de dos guineas: Guinea Bissau y Guinea Ecuatorial.
Sin otro particular y esperando sus noticias, se arrodilla y besa su mano,
Sir Trompeta d´Allí
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Primera edición 28 marzo 2005

27 marzo 2005

El Trompetero de Camelot

Disposiciones del Consejo
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De todos es sabido que los precios de las reparaciones de armaduras, yelmos y cotas de malla, se han disparado hasta un punto que hacen tambalear la economía de los caballeros. Para evitar abusos se recomienda pedir un presupuesto previo a los profesioanles del sector y, por otra parte, en el patio de armas del castillo, de lunes a viernes, se impartirán cursillos de Planchistería Aplicada, para que los caballeros que lo deseen, puedan repararse ellos mismos las citadas prendas.
También se dispone que se aplique, con carácter inmediato el Real Decreto 142/5, en el que se ordena a los caballeros que incluyan entre sus pertrechos un recipiente conteniendo lubricante, tipo 3 en1, que con tanto chirrido de articulaciones oxidadas no hay forma de sorprender al enemigo.
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Se advierte a los arqueros de este reino, que las puntas de las flechas deben hacérselas ellos mismos, siguiendo las instrucciones que recibieron en su momento de los maestros armeros. Las damas de la Corte se han quedado ya sin alfileres con que recogerse los vestidos y amenazan con pedir el voto si los citados arqueros no se los devuelven de inmediato.
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Primera edición, mayo 1999

El Trompetero de Camelot

Última hora.-Esta mañana, mientras efectuaba una ronda por el Zoológico del Reino, nuestro primer caballero, Lancelot del Lago, se ha visto sorprendido por un dragón que había logrado escapar de su encierro sin que nadie lo hubiera advertido.
Nuestro fotógrafo ha captado una instantánea del momento en que Lancelot volvía grupas a toda velocidad para ganar distancia, revolverse y poder acometer al dragón, matándolo cara a cara.



Como el caballero tardaba un poco nuestro fotógrafo se ha ido a comer. Intentaremos ampliar la información en próximas ediciones.
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Primera edición 29 julio 1.999

26 marzo 2005

El Trompetero de Camelot

Crónicas de sociedad
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Ayer tarde, nuestra señora, la Reina Ginebra, fue a la peluquería. También se rumorea que se ha cambiado de ropa interior pero este extremo no ha podido ser confirmado. Si esto último fuera cierto podríamos asegurar que el caballero Lancelot está a punto llegar.
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La top-model Nínive, ha declarado a esta corresponsal que no son ciertos los comentarios mal intencionados que se hacen acerca de su relación con el mago Merlín. Según dice, jamás ha pensado en robarle sus fórmulas magistrales al citado mago y está segura de que tal calumnia procede de Morgana, que la odia a muerte desde que le quitó el novio. Nos asegura que, ahora mismo, está muy feliz con el conde Laequio, de quién no piensa separarse por lo menos hasta el mes que viene.
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Contactos
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Top-model de confianza busca conde o aristócrata de superior categoría, para relación tormentosa que se pueda vender a la prensa especializada. Contactar antes del 1 de agosto para preparar estrategia. Imprescindible caballo, escudero guapo y castillo confortable.
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Primera edición 20 julio 1999

25 marzo 2005

Erase que se era...

... una linda princesita que todas las noches soñaba sueños maravillosos. Y se enfadaba mucho porque al despertar, nada de lo que había soñado se encontraba ante sus ojos. Quería dormir siempre para no dejar de ver sus sueños pero, naturalmente, eso no era posible. El sol llegaba puntual y con él la realidad de todos los días.
Las doncellas abrían las ventanas de par en par, la ayudaban a levantarse, la bañaban, la peinaban, la vestían y ¡hala!, a la rutina de siempre.
La princesa estaba hartísima de tener que despertarse a diario tanto si quería como si no. Con el tiempo llegó a odiar de tal forma no poder quedarse soñando, que enfermó. Su cara se volvió pálida, sus manos transparentaban de delgadez y su bonita sonrisa desapareció. Solo cuando dormía su rostro reflejaba felicidad.
Sus padres, que la querían mucho, buscaron todos los remedios posibles. Los más ilustres médicos pasaron por el palacio a visitar a la princesa sin hallar medicina que la sanara. Todos los magos famosos formularon encantamientos y conjuros sobre la princesa y cocinaron enormes calderos de pociones mágicas que tampoco surtieron ningún efecto.
Un día, con apenas un hilillo de voz, la princesa dijo a sus padres: "Si consiguiera que la noche durara siempre, podría soñar con los ojos abiertos y me curaría"
Los reyes llamaron inmediatamente a los hombres más sabios del reino. "¿Existe algún lugar en el mundo donde siempre sea de noche?". El más anciano de ellos contestó que sí, que existia ese lugar y lo señaló en un gran mapa, aunque les advirtió que allí hacía un frío intenso y deberían llevar mucha ropa de abrigo.
El rey ordenó que se esquilaran todas las ovejas de todos los rebaños del reino y con su lana se confeccionaran mantas, abrigos, tiendas, toldos y todo lo que se pudiera necesitar y así se hizo. Cuando estuvieron preparados subieron a la princesa y a su séquito en confortables carruajes y emprendieron el camino.
Pasaron y dejaron atrás muchos países bellísimos pero la princesa no quería verlos. Cerraba los ojos e intentaba dormir. Dormir para soñar.
Poco a poco los días se fueron haciendo más cortos y las noches duraban más horas y una mañana que resultó especialmente breve, la princesa sonrió estando despierta.
La alegría fue tanta que parecía que hasta los caballos se habían contagiado y, como si les hubieran brotado alas, corrían veloces hacia la noche que les devolvería a su princesa.
Y por fin, no salió el sol. Solo una delgada línea de claridad parecía colgar del horizonte. Hasta la nieve, que lo cubría todo, había oscurecido. Y la princesa abrió los ojos y miró en todas direcciones. Su sueño debía estar allí, en alguna parte, en el centro de aquella oscuridad que era tan profunda como cuando dormía y aún no había empezado a soñar.
Cerró los ojos muy fuerte, muy fuerte y luego, lentamente, los abrió y... ¡oh maravilla, allí estaban..! El cielo se había llenado de colores que se movían y mezclaban, se enredaban, bailaban, huían, regresaban, subían y bajaban sin cesar. La emoción casi no la dejaba respirar. Le parecía que aquellos colores le acariciaban los cabellos, las mejillas, la envolvían en un manto cálido y la arropaban con cariño. Y le entraron muchas ganas de gritar y de correr para alcanzar del todo aquel milagro.
Después de un largo rato el cielo se tranquilizó. Los colores se fueron difuminando en la oscuridad y la princesa, agotada, sintió deseos de dormir, pero esta vez, al arrebujarse en su cálido lecho de pieles pidió a sus doncellas que no se olvidaran de despertarla. Quería estar bien despejada cuando el cielo viniera a acariciarla otra vez.
Con el tiempo, la princesa sanó del todo, se casó con un noble caballero de su séquito y se quedó para siempre en el único lugar en que se sentía feliz estando despierta.
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Primera edición, 23 junio 1.999

El caballero que sabía hacer magia

En tiempos del Rey Arturo, vivió un valiente caballero de quien se decía que no solo era un buen guerrero sino también un poderoso mago, capaz de realizar los más increibles encantamientos.
El siempre negaba tales rumores con vehemencia y jamás accedía a recibir a nadie que, con el propósito de pedirle algún hechizo, se acercara a las puertas de su castillo.
Sucedió que el caballero conoció en la corte a una hermosa doncella y enamorado hasta lo más hondo de su corazón, propuso matrimonio a la joven. Ella aceptó y con el permiso del Rey la boda se celebró con gran contento de todos pues eran, en verdad, una hermosa pareja.
Partieron los recién casados hacia su castillo y comenzaron una vida llena de felicidad.
Sin embargo, la joven se moría de curiosidad por saber si las habladurías acerca de los poderes ocultos de su esposo eran ciertos y tanto y tanto rogó que el caballero le confesó que sí, que era un gran hechicero. Entonces le pidió que le hiciera alguna demostración de ese poder y, no sin disgusto, él le prometió hacerlo con una condición; viera ella lo que viera que sucedía, no debía gritar ni proferir exclamación alguna, ni decir una sola palabra. Si lo hacía, algo terrible podría sucederles.
La joven juró que ni un suspiro saldría de su boca y al momento el caballero se transformó en un pequeño pájaro que fue a posarse en las manos de su esposa y picoteó amorosamente la suave piel mientras ella acariciaba su delicado plumaje.
Poco después el pájaro salía volando por la ventana para regresar al instante perseguido por un enorme halcón. La joven, aterrorizada al ver el peligro, alzó los brazos y gritó para ahuyentar al perseguidor y en el mismo momento en que el grito salía de su garganta, pájaro y halcón desaparecieron de su vista.
Desesperada, corrió por el castillo buscando ayuda, pero todos los caballeros al servicio de su esposo habían desaparecido también con sus caballos, sus armas y sus escuderos.
Jamás volvió a verlo, ni a ninguno de sus hombres, pero en las noches de luna llena se escucha galopar de caballos alrededor del castillo y dicen los que entienden de magia, que esos caballos llevan herraduras de plata y que sólo cuando esas herraduras se hayan gastado por completo, se deshará el hechizo y podrán regresar al mundo terrenal los desaparecidos caballeros.
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Primera edición, allá por 1998.

Bicocas. O no.

Pues resulta que en estos dos o tres días han ido apareciendo cosas en los cajones de mi familia. Además de montañas de fotos y recuerdos de todas clases, han salido también una buena cantidad de cartas, cuentos y crónicas de urgencia que a lo largo del tiempo les he ido enviando y que han conservado por puro masoquismo.
Algunas ni las recordaba. Otras sí, porque me divertí como una loca escribiéndolas y pensando en la cara que pondrían cuando leyeran tanto disparate junto.
Y yo, que soy más bien dócil, he acatado el ruego que, a punta de cuchillo en las costillas, me han hecho mis múltiples familiares y he abierto otro blog para todas esas letras que un día les escribí.
Ellos aseguran que es una bicoca. Al fin y al cabo no tengo ni que pensar para escribirlos porque ya lo están desde hace tiempo. No saben ellos, pobres, que yo para escribir no pienso, porque si lo hiciera, no escribiría ni una palabra. Estoy en contra de la tortura intelectual.
Como me tienen en sus manos y en su ordenador (y como no quitan el cuchillo de mi espalda), me recortaré las uñas para escribir más rápido y me pondré a la tarea.
Que os sea leve...!