Quiero contarte esto, Wendy, porque sé que tú crees que soy un ser odioso y que mi corazón no alimenta ningún buen sentimiento. Y quizás ahora sea cierto, pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en que...
¿Tienes mucha prisa? Pues te lo contaré desde el principio, Wendy.
Fué un verano de tormentas. Después de catorce días y trece noches terribles navegando sin descanso, llegamos al estrecho del Bósforo. Cuando la travesía ha sido dura y esta lo fue, siempre se reciben con alborozo las luces de un puerto amigo. Pero aquella noche.., aquella noche fue algo más que alegría lo que llenó nuestros corazones. Todos sentimos que algo especial estaba a punto de suceder. Había una explosión de magia en la oscuridad.
A babor y a estribor del buque cientos, miles, millones de diminutas luces nos rodeaban. Unas tenían forma de estrellas, otras de lunas relucientes; unas eran blancas, otras azules, otras amarillas. Luces a ras de agua trazando un reflejo infinito hasta la misma línea de flotación. Era una visión maravillosa, Wendy, maravillosa. Te lo digo yo que he visto muchas cosas y ninguna como aquella.
En un punto abrigado del puerto dejamos nuestro barco. Smith y yo bajamos a tierra y nos mezclamos con la multitud. Era extraño pero había mucha gente a pesar de la noche. Encantadores de serpientes, osos equilibristas, loros que no repetían tus palabras sino que las contestaban, alfombras que flotaban al pisarlas, echadoras de cartas, magos que leían el futuro en el iris de los ojos y bailarinas de la India que hacían sonar, alegres, los cascabeles de sus tobillos. Hombres y mujeres de todas las razas vendían y compraban sedas transparentes, perlas de redondez perfecta, perfumes que embriagaban como el licor más fuerte, abanicos de nácar y bolsas de pimienta. El aire olía a jazmín, a naranjas, a canela...
Ya sé que no me crees, pero todo es cierto, Wendy. Todo.
Tras un puesto de flores un vendedor tronaba; "¡Hay claveles de España, rosas de Alejandría, tulipanes de Holanda..!" Yo no vi las flores. Miraba hipnotizado a la joven que lo acompañaba. Ella era.., ¿cómo explicarte..? Su piel era dorada como miel derretida y sus ojos.., no sé Wendy, no sé de que color eran sus ojos, pero sin duda eran del color de la vida. Sé que al mirarme me traspasó el alma y que decía “sí” a la pregunta que yo le formulaba sin palabras.
Un cofre rebosante de oro nos costó llevarnos todas las flores y, mientras el vendedor contaba su dinero, esos ojos también.
En el barco nunca hubo tanta alegría. Yo no recuerdo noches más largas y en el mar todas lo son, que aquellas noches que pasé junto a ella. Y los amaneceres; el sol mecía el agua que reía y cantaba, tan feliz como yo. Alfombré el camarote con pieles raras y preciosas, compré para mi amor terciopelos, tules, collares de esmeraldas...
Y ni siquiera contesté a las burlas de otros piratas cuando pasamos por la Gran Tortuga y me llevé todas las existencias de chales recamados y babuchas bordadas que pude encontrar en la isla. ¡Eramos tan felices! ¡Ella era tan dulce..!
Pero una noche aciaga, no sé como y ni pensarlo puedo, todo lo perdí. No fueron los piratas holandeses, enemigos perpetuos, ni los españoles; no. A ellos les hubiera derrotado. Siempre he sabido que fueron los mismos dioses, rastreros, insaciables envidiosos, los que aquella noche me tendieron la peor emboscada.
No buscaron el oro ni las piedras preciosas ni las sedas de Oriente. Buscaron, encontraron y me robaron mi sueño. Mi único amor, mi única felicidad.
No sabes cuanto lloré, Wendy. Nunca podrás imaginarlo. Han pasado muchos años y nada hay en el mundo que calme el dolor que me consume.
Solo me queda una esperanza; ¿ves aquí, en mi hombro, este pequeño corazón? Ella lleva otro igual. Fue un tatuador en Egipto quien lo diseñó para nosotros. No hay ningún otro que se le asemeje. Desde que me la robaron, pido a las jóvenes que encuentro que, por favor, miren en su hombro izquierdo, por si estuviera allí mi amor perdido.
Ya sé que es casi imposible, pero.., ¿quisieras Wendy, por si acaso los dioses pretenden confundirme? ¿Quieres mirar tu hombro, por favor? Esperaré en cubierta.
Gracias, Wendy.