Se sentaron a la pequeña mesa detrás de las vidrieras. Apetecía tomar un café caliente; la mañana había resultado demasiado fría para un paseo tan largo. Les costó encontrar un ángulo en que no estuviesen frente a frente. Después de la discusión de la noche anterior no les apetecía mirarse a los ojos.
-¿Qué vas a tomar? – preguntó él cuando se acercó la camarera.
-Un café. Con dos sobres de azúcar, por favor.
-Dos cafés entonces, gracias.
Cuando la chica se alejó, Luis dijo:
-No sé como puedes beber el café tan dulce; sólo sabe a azúcar.
-El azúcar me vendrá bien; necesito energía.
-¿Energía? ¿Tan cansado es salir un rato con tu marido?
María no contestó. Fijó la mirada en lo que pasaba más allá de los cristales. Desde allí se veía el mar; un rectángulo de agua entre dos edificios altos y un mirador enrejado que ocultaba la playa. La gente paseaba bien abrigada; guantes de lana, bufandas alrededor del cuello; una mujer llevaba una estola de piel demasiado elegante para un paseo matinal. Prefería fijar su atención en todo eso que no le importaba. No quería pensar en cómo decir a su marido lo que quería decirle.
La voz de Luis le llegó impaciente.
-Tómate el café; se va a enfriar.
-Sí, gracias. No me había dado cuenta.
-Últimamente, no te das cuenta de nada. Estás en la luna a todas horas. ¿Se puede saber que te pasa?
María, levantó las cejas e hizo un ligero gesto con la mano. Abrió la boca como para contestar pero volvió a cerrarla y no dijo nada. Bebió un sorbo de café. Luis la miró enojado y cuando vio que no tendría respuesta, abrió el periódico por la sección de deportes, cruzó las piernas y se concentró en la lectura.
De pronto, María preguntó en voz baja -¿Y tú, dónde estás?
-¿Qué? ¿Que dónde estoy? ¿Qué quieres decir?
-Digo que donde estás. Ya sé que ahora estás aquí, delante de mi tomando un café, pero te pregunto algo distinto. ¿Dónde estás, realmente, todos los días y todas las noches? ¿Dónde estás cuando llegas a casa? Y creo que deberías decirme donde pasas el resto del tiempo.
Luis dejó el periódico, movió la silla para quedar frente a ella, adelantó el torso y puso su cara a un palmo de la de su esposa.
-¿Qué coño te pasa a ti? Te pones insoportable ¿lo sabes? ¿Esto es más de lo mismo que ayer noche? Venga, a ver ¿qué me dices? ¿Qué te engaño otra vez? ¿Qué Carmen vuelve a estar por medio ¿Es eso? Sí, claro; porque tú nunca olvidas.
A María le vinieron a la cabeza un millón de pensamientos. Recordó la rabia cuando se enteró de aquella infidelidad; se sintió humillada, despreciada, y recordó otros muchos momentos en los que su matrimonio había entrado en crisis. Ella había querido conservar su hogar, tener hijos, contar en la vida de Luis y por eso cerraba los ojos tantas veces a la evidencia. Ahora ya no estaba segura de que valiera la pena luchar por conservar todo eso. Y obraba en consecuencia.
-Solo digo que te miro y ya no sé quien eres –continuó -. Nunca me hablas y tampoco me escuchas. Si quiero decirte algo te encierras en el despacho. Hay que estar en público para que te dignes contestarme. Yo solo quiero que reencontremos algo de lo que teníamos cuando nos casamos; quiero saber si podemos recuperar nuestra vida; quisiera que cuando entras en casa lo primero que hicieras no fuera encender la televisión o esconderte detrás del periódico. Me gustaría que me escucharas cuando quiero decir algo; quisiera que me contestaras con algo más que “sí, no, veremos” o “calla, que quiero oír las noticias” Apenas dices otra cosa ¿no te das cuenta?
-Vale, muy bien ¿y qué? ¿Tienes tú algo mejor de que hablar?
-Lo tenía; mejor dicho, lo teníamos. Antes había muchas cosas sobre las que conversar, mucho que compartir. Y me escuchabas.
-Antes era antes, y ahora es ahora – respondió Luis, encogiéndose de hombros.
-Ya. Ahora llevamos siete años casados. Tiempo suficiente para haber agotado las ganas de conversación.
Luis, echó el cuerpo hacia atrás en la silla y cruzó los brazos sobre el pecho. Esbozó una sonrisa displicente.
-Será que es muy importante que te escuche mientas me cuentas lo difícil que es fregar los platos.
Por un momento Luis creyó que su mujer iba a contestarle y no quiso esperar. Volvió a acercar su rostro al de su mujer. Las palabras sonaron como insultos.
-¿Y si yo no quiero hacer otra cosa? ¿Si no quiero cambiar?
Ella le miró a los ojos y contestó con firmeza:
–Me iré. Y ahora mismo. No puedo vivir así.
Luis le sostuvo la mirada un momento y luego se acomodó mejor en la silla, cogió el periódico y volvió a la página de deportes.
María se puso en pie; se abotonó el abrigo, tomó el bolso y salió de la cafetería. En el bolsillo esperaba el billete de tren para Lisboa. Ya vería si Andrés resultaba ser mejor compañía que la que dejaba atrás. Pensó que había sabido llevar a Luis a su terreno fácilmente; era de suponer que él no aceptaría nada de lo que ella le pidiera. Llamaría a casa y que Juanita le bajara las maletas a la portería. Tenía el tiempo justo para llegar a la estación.
Luis, en la cafetería, sacó el móvil del bolsillo y marcó un número. Cuando obtuvo respuesta, dijo:
–Carmen: está hecho y ha sido muy fácil. No, no se ha puesto histérica; ya te contaré. ¿Cenamos en el “Bristol” esta noche?
-¿Qué vas a tomar? – preguntó él cuando se acercó la camarera.
-Un café. Con dos sobres de azúcar, por favor.
-Dos cafés entonces, gracias.
Cuando la chica se alejó, Luis dijo:
-No sé como puedes beber el café tan dulce; sólo sabe a azúcar.
-El azúcar me vendrá bien; necesito energía.
-¿Energía? ¿Tan cansado es salir un rato con tu marido?
María no contestó. Fijó la mirada en lo que pasaba más allá de los cristales. Desde allí se veía el mar; un rectángulo de agua entre dos edificios altos y un mirador enrejado que ocultaba la playa. La gente paseaba bien abrigada; guantes de lana, bufandas alrededor del cuello; una mujer llevaba una estola de piel demasiado elegante para un paseo matinal. Prefería fijar su atención en todo eso que no le importaba. No quería pensar en cómo decir a su marido lo que quería decirle.
La voz de Luis le llegó impaciente.
-Tómate el café; se va a enfriar.
-Sí, gracias. No me había dado cuenta.
-Últimamente, no te das cuenta de nada. Estás en la luna a todas horas. ¿Se puede saber que te pasa?
María, levantó las cejas e hizo un ligero gesto con la mano. Abrió la boca como para contestar pero volvió a cerrarla y no dijo nada. Bebió un sorbo de café. Luis la miró enojado y cuando vio que no tendría respuesta, abrió el periódico por la sección de deportes, cruzó las piernas y se concentró en la lectura.
De pronto, María preguntó en voz baja -¿Y tú, dónde estás?
-¿Qué? ¿Que dónde estoy? ¿Qué quieres decir?
-Digo que donde estás. Ya sé que ahora estás aquí, delante de mi tomando un café, pero te pregunto algo distinto. ¿Dónde estás, realmente, todos los días y todas las noches? ¿Dónde estás cuando llegas a casa? Y creo que deberías decirme donde pasas el resto del tiempo.
Luis dejó el periódico, movió la silla para quedar frente a ella, adelantó el torso y puso su cara a un palmo de la de su esposa.
-¿Qué coño te pasa a ti? Te pones insoportable ¿lo sabes? ¿Esto es más de lo mismo que ayer noche? Venga, a ver ¿qué me dices? ¿Qué te engaño otra vez? ¿Qué Carmen vuelve a estar por medio ¿Es eso? Sí, claro; porque tú nunca olvidas.
A María le vinieron a la cabeza un millón de pensamientos. Recordó la rabia cuando se enteró de aquella infidelidad; se sintió humillada, despreciada, y recordó otros muchos momentos en los que su matrimonio había entrado en crisis. Ella había querido conservar su hogar, tener hijos, contar en la vida de Luis y por eso cerraba los ojos tantas veces a la evidencia. Ahora ya no estaba segura de que valiera la pena luchar por conservar todo eso. Y obraba en consecuencia.
-Solo digo que te miro y ya no sé quien eres –continuó -. Nunca me hablas y tampoco me escuchas. Si quiero decirte algo te encierras en el despacho. Hay que estar en público para que te dignes contestarme. Yo solo quiero que reencontremos algo de lo que teníamos cuando nos casamos; quiero saber si podemos recuperar nuestra vida; quisiera que cuando entras en casa lo primero que hicieras no fuera encender la televisión o esconderte detrás del periódico. Me gustaría que me escucharas cuando quiero decir algo; quisiera que me contestaras con algo más que “sí, no, veremos” o “calla, que quiero oír las noticias” Apenas dices otra cosa ¿no te das cuenta?
-Vale, muy bien ¿y qué? ¿Tienes tú algo mejor de que hablar?
-Lo tenía; mejor dicho, lo teníamos. Antes había muchas cosas sobre las que conversar, mucho que compartir. Y me escuchabas.
-Antes era antes, y ahora es ahora – respondió Luis, encogiéndose de hombros.
-Ya. Ahora llevamos siete años casados. Tiempo suficiente para haber agotado las ganas de conversación.
Luis, echó el cuerpo hacia atrás en la silla y cruzó los brazos sobre el pecho. Esbozó una sonrisa displicente.
-Será que es muy importante que te escuche mientas me cuentas lo difícil que es fregar los platos.
Por un momento Luis creyó que su mujer iba a contestarle y no quiso esperar. Volvió a acercar su rostro al de su mujer. Las palabras sonaron como insultos.
-¿Y si yo no quiero hacer otra cosa? ¿Si no quiero cambiar?
Ella le miró a los ojos y contestó con firmeza:
–Me iré. Y ahora mismo. No puedo vivir así.
Luis le sostuvo la mirada un momento y luego se acomodó mejor en la silla, cogió el periódico y volvió a la página de deportes.
María se puso en pie; se abotonó el abrigo, tomó el bolso y salió de la cafetería. En el bolsillo esperaba el billete de tren para Lisboa. Ya vería si Andrés resultaba ser mejor compañía que la que dejaba atrás. Pensó que había sabido llevar a Luis a su terreno fácilmente; era de suponer que él no aceptaría nada de lo que ella le pidiera. Llamaría a casa y que Juanita le bajara las maletas a la portería. Tenía el tiempo justo para llegar a la estación.
Luis, en la cafetería, sacó el móvil del bolsillo y marcó un número. Cuando obtuvo respuesta, dijo:
–Carmen: está hecho y ha sido muy fácil. No, no se ha puesto histérica; ya te contaré. ¿Cenamos en el “Bristol” esta noche?
24 comentarios:
¡Excelente! Me fascina la manera en que tomas los temas comunes para darles un giro inesperado, para darles un giro inesperado, para darles un giro inesperado. Giro tras giro le vas dislocando al lector (me vas dislocando) el dictamen de la anticipación: algo así como que ahora va a pasar esto, pero no, antes pasó esto otro, lo cual quiere decir que ahora pasará esto, pero no, antes pasó eso otro... y así hasta el final. Tienes una capacidad de "acaparamiento" fantástica, felicidades para ti y envidias para mí.
Un abrazo fuerte.
Julio; digo lo que tú decías "con un juez tan benevolente.."
:)
Es que las cosas son así; como tirabuzones. Un bucle no existe sin el anterior, y el último no podría hacerse, si no existiera el primero.
A ver cuando vuelves y me das a mí motivos de envidia.
Un abrazo, amigo
Vaya...parece que hayas estado casada.
Me ha gustado mucho. Los diálogos, los gestos...el recurso del tiempo desapacible en el exterior, reflejo de su relación. Cómo se puede decir una cosa y pensar otra. La sorpresa final. Me ha encantado.
unos besillos a troche y moche.
chicomalo3772 (www.blogs.ya.com/gotasdelluvia)
Bueno, muy bueno... se parece a "mi" estilo. Checa mi relato: "El odio de George", creo que te gustará.
Tal vez algún día me enseñes a escribir relatos como los que tú nos regalas...Me puedes enseñar aunque sea en la peluquería, ¿sí? Me gustará.
Un beso peinador.
jajaja, muy bueno, como siempre.
Si hasta pude verlos con lujo de tdetalles! después de todo, fue lo mejor para ambos: sentirse el dueño de la situación sin sentirse culpables. Cobardes en todo el sentido de la palabra.
Besotes!!
Sherezada
chicomalo3772; esto..., ejem... :)
Pues sí; el cuento va de eso; de decir una cosa y pensar otra; de manipulaciones y mentiras; de no encarar las situaciones difíciles.
No somos bastante fuertes y a veces hay que recurrir a subterfugios.
En fin, solo es un cuento...
Muchas gracias por tus palabras y también besillos a gogó
*
tony; ese cuento que dices es buenísmo. Ya te comenté que había leído tu blog entero. Me recordó una hsitoria de alguien que conozco, bien parecida, así que no estamos lejos de la realidad, cosa que me encanta :D
Un abrazo, amigo
*
yole; vale; tú me pones en el secador que haga menos ruido y yo, mientras se me secan las trenzas, te voy enseñando :DD
Tú no necesitas que nadie te enseñe a escribir, ya lo sabes.
Una docena de besos
*
Sherezada; sí; cada uno culpa al otro y los dos son igualmente culpables y, quizá, igualmente inocentes. Solo un pelín cobardicas :DDD
Les deseo que sean felices en su nueva vida :)
Un besote, ote, preciosa
Muy entretenido, además de mantenerte interesado, te deja pensando.
Gracias por compartirlo.
Un abrazo.
Muy bueno! Un cuento perfecto, que no es poco elogio!!!
Los diálogos son muy logrados (me gustaría escribir diálogos así).
La trama y el final, geniales.
Saludos!
Almond
Genial relato, senti el sonido del papel al habrir un periodico, vi el rostro de la mujer que tan solo esperaba una respuesta de su marido.
Muy buen post te felicito y agradesco por entregar relatos de tal excelencia.
Un abrazo
rodolfo gainza; bienvenido al blog y muchas gracias por tus palabras.
Dejarte pensando es lo que pretende un relato. Si lo he conseguido, me alegro un montón :)
Un abrazo
*
almond; ¡gracias...! Y sí, no es poco elogio :DD
Me gustaría tener la oportunidad de leer algo tuyo.
A ver que día puedo, podemos todos, hacerlo.
Un beso grande
*
exploraciones; gracias a ti por tus palabras. Me alegro de que te hayan parecido tan reales los personajes del cuento. No es que sean ejemplos dignos de imitar, pero bueno, ahí están.
Un abrazo, amigo
enero 29, 2006 10:22 AM
En el sacador acabo de poner tus trenzas...espero que no tengas prisa...me entusiasmarán tus enseñanzas.
Un beso cálido (por lo del secador)
interesante post, te invito al mio afectos.
Hola amiga!!!!: La verdad que me ha cencantado tu relato!!!( como siempre). Ya me venía imaginando yo que había "vice-novios", o en este caso "vice-maridos" Sigo envidiándote la capacidad que tenes para escribie ( como siempre. Yo tengo varios relatos dando vueltas or ahí, pero no puedo finalizar ninguno...
Saludos y muchas felicitaciones por este hermoso relato... y gracias por compartirlo
Muy bueno, con tu prosa dúctil la plasticidad de imágenes es realmente diáfana....
En el silencio te he leido muchas veces, y siempre fue grato y enriquecedor. Me fuistes presentada por Arare hace algun tiempo...
Solo decirte que tienes la habilidad de la palabra y la amabilidad de hacernos participar de ella!
Un cuento perfecto y un final insospechado que marca y caracteriza tu obra!
Cordiales saludos desde el sur, Bruja sureña
Trenzas,
Gracias por mostrar interés en mis letras. Ojalá que pronto puedas leer algo mío. Eso significaría que la labor de años empieza a dar frutos... Al tiempo!
Mientras, recemos a ese dios que -tal vez sí- se perdió contemplando la belleza de un amanecer en un mar en calma... hummmm ... no me extraña que no regrese!
Salut i força!
Almond
yole; vamos allá.
Podrías empezar así:
"Si no hubiera encontrado aquel peine de oro, medio enterrado en la arena de la playa, ni siquiera habría pensado en las Sirenas. Y ahora pueblan mis poemas sin que pueda remediarlo"
:DDD
Una docena de besos medio chamuscados
*
contemporánea; bienvenida y muchas gracias por tu visita.
Iré a leerte, sin duda.
Un saludo cariñoso
*
don tiresias; ya sabes que el vice-loquesea quien acaba siendo el importante ¿no?
Menos en USA, donde a menos que maten al Presidente, nadie sabe quien es :DDD
Tus vice-relatos me gustarían más si los pusieras en el blog :(
Un gran abrazo
*
angel; muchas gracias..! Es un gusto verte por aquí como lo es pasar a leer a tus poetas.
Un abrazo, amigo
*
bruja sureña; bienvenida y muchas gracias por tus palabras.
Es un placer saber que pasas a verme, por más silenciosa que seas :D
Y me alegro de que tu paseo sea entretenido.
Un abrazo, amiga
*
almond; ja tardes!
Me encantaría, de verdad, porque un léctor válido solo puede dar un escritor ídem.
¿A quien hay que ponerle doce velas?
Una abraçada forta
Un buen trabajo como muchos de los tuyos. En tan poco espacio me mostraste una situación sumamente novelesca que, si bien no deambula por los terrenos de la ficción propiamente dicha, sí me dice más de lo que debería; es decir, el pasado y el futuro de tus personajes está ya contado en el trozo que presentas de su vida; y eso, según yo, es un gran logro.
Saludos!!!
Excelente retrato de una realidad vista por muchas parejas que han visto desgastarse lo suyo y que solo esperan una señal del otro para emprender la fuga.
Me gusto.
rafael; no, no es ficción, salvo por el hecho de que no conozco a nadie en iguales circunstancias, pero lo cierto es que noe s difícil imaginarlo en la realidad.
Me alegra volver a verte depués de esa ausencia prolongada.
Un abrazo
*
raistlin; bienvenido al blog.
Es cierto; el desgaste en la pareja solo puede llevar a dos cosas; a morirse de aburrimiento o a tomar decisiones drásticas :)
Me alegro que lo hayas disfrutado.
Un abrazo, poderoso hechicero
Hau
Me encantó el giro final del giro final del giro finalxD
Y me da mal rollo eso que muestras. No me gustaría ni ser ella ni ser él, es muy triste que ni siquiera sientan ya lo suficiente como para cerrar las cosas en condiciones.
aunque gracias a eso tengamos este estupendo relato.
Muakss
Si no hubieras perdido
tu dorado peine,
no habría yo aprendido
a peinar los poemas
deslumbrantes de tu pelo.
Besos de bombero.
ariadhna; por eso se llama "de cobardes"
Y creo que muchas relaciones acaban así. A fuerza de hacerse la vida imposible unos a otros, sin afrontar los problemas.
El giro final del giro final delgiro final :DDD
Ese comentario de Julio, merece un post, pero no sé como escribirlo. Habrá que dejar que lo haga él :)
Un beso preciosa
*
yole; ¡que bonito..!
¿Ves como no necesitas aprender nada?
Te bastas y te sobras hasta para cambiar de oficio :D
Una docena de besos, bombero
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