Se llamaba Paul, o eso decía y era un calco del protagonista de "Cocodrilo Dundee".
Podía tener unos 40 años, un tipo guapo, atlético, no demasiado alto. Moreno de montaña, con el pelo rubio ceniza y unos ojos azules como el agua, no había jovencita (ni no tan jovencita) que no estuviera persiguiéndole con la mirada todo el día.
Lo de australiano nunca quedó claro del todo, porque a sus muchos atractivos añadía el del misterio. Sí. Era misterioso. Siempre iba solo, nadie sabía con certeza donde vivía, comía o dormía. Saludaba siempre pero nunca se paraba a hablar con nadie a menos que fuera totalmente imprescindible o como alguna vez pasó, un tropel de muchachas le cerrara el paso para pedirle un autógrafo. Él sonreía, con una sonrisa perfecta y cautivadora, se negaba cortesmente asegurando que nada tenía que ver con el cine y se escabullía como una serpiente.
Decklan decía que no era de fiar, pero ¿a quién le importaba eso con lo guapísimo que era?
Lo encontrabas en los lugares más insospechados de la montaña. Valentín y yo subíamos hasta la Vall de l´Estudiant en coche, mientras el camino lo permitía y luego a pie un buen trecho hasta alguna borda, donde yo soltaba los fósiles recogidos y descansábamos o comíamos algo. De repente, surgía Paul como de la nada, como un fantasma diurno. Siempre le invitabámos a comer o beber algo; nunca aceptaba y desaparecía de la vista como había llegado; en un momento y sin dejar rastro.
Valentín se encogía de hombros y decía "es boig", está loco, y seguía comiendo tan tranquilo, mientras yo me sumía en un mar de preguntas. ¿Por donde podía haber llegado sin que se notara su presencia si aquello era un enorme descampado reseco, sin un árbol ni una brizna de hierba y con una visibilidad magnífica?
Otras veces, volviendo de Agulló o de algún otro pueblo cercano, lo encontrabas sentado al borde del camino, en la cuneta. Parabas el coche y le preguntabas ¿te llevo a Ager?. No. Se quedaba allí sentado, así lloviera o luciera un sol de justicia.
Solo una cosa pareció conmoverle, sacarle de la indiferencia. Una canción. "The shadow of the smile". Yo tenía esa pieza grabada en un cd y solía llevarla en el coche. Una tarde, dejé el coche aparcado a la puerta de casa. Estaba puesto el cd y sonaba esa canción. Como siempre, de la nada apareció Paul, apoyó una mano en la ventanilla y se quedó allí, inmóvil, escuchando. Cuando acabó, me dijo; ¿puedes ponerla otra vez, por favor?, y aquello era una súplica. Pues claro, y puedo grabarte un cd o una cinta, si quieres. No, no; sólo otra vez, por favor.
Busqué la pista y "La sombra de tu sonrisa" volvió a llenar el aire. Él ni cambió de postura. Juraría que no movió ni un músculo de su cuerpo. También juraría que vi unos ojos azules como el agua, llenarse de otra clase de agua que no llegó a caer.
Luego dijo, gracias, volvió la espalda y se fue como había llegado. Como solía hacerlo; como un fantasma.
*
2 comentarios:
¿Blossom Dearie, Nancy Sinatra, Sarah Vaughan, ...?
Últimamente me está pasando lo mismo que a Paul cuando escucho algunas canciones.
Sarah Vaughan, por que de Dearie no recuerdo haber tenido cd y de Nancy, solo alguna canción en recopilatorios. También es posible que fueran The Platters, que de ellos si había al menos un cd en casa y había una mujer en el grupo.
La música emociona. Difícil de olvidar.
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